HISTORIA DE ESTE LUGAR SAGRADO
D. FRANCISCO
JIMÉNEZ PÉREZ
(CRONISTA
OFICIAL DE EL PALMAR)
Desde el honor,
respeto y responsabilidad que me inspira participar como colaborador en los
actos programados para la celebración del Cuatrocientos Aniversario de este
Lugar Sagrado, bajo el amparo de nuestra Madre Purísima, me propongo aportar
datos y vivencias de un Palmar o Lugar de Don Juan, con un pasado deslumbrante.
El mapa del
municipio de Murcia, nos ofrece a los ojos, un panorama identificado en sí
mismo, que comprende en su interior, paisajes privilegiados entre el monte y la
vega. Este es el caso de nuestro Palmar, un enclave que atesora una
extraordinaria historia y añejas tradiciones murcianas.
Situado en las
estribaciones de las Sierras del Puerto y los Villares, actúa de cordial
antesala, que despide a los murcianos que encumbran el Puerto de la Cadena
hacia el litoral o recibe a quienes, desde la costa, vienen buscando los pagos
huertanos que rodean a la capital.
La antigüedad
de El Palmar, como pequeño núcleo de población, se remonta a la época romana,
al siglo II antes de Cristo. Los numerosos hallazgos arqueológicos encontrados
en la localidad y sus inmediaciones, demuestran la veracidad de su ascendencia
romana.
Antes de la
conquista romana, la existencia de las poblaciones hispánicas, estaba dominada
por las luchas frecuentes entre ellas. La inseguridad era la causa de que los
poblados surgieran en los montículos, lugares cuyo emplazamiento les suponía
una garantía de protección. Con la llegada de Roma, la vida de aquellos pueblos
iba a experimentar un cambio radical. La seguridad que aporta el mundo romano,
hace que los asentamientos de población abandonen las colinas y se pueblen los
llanos.
En el libro
considerado como fundamental en la historiografía murciana, Bastistania y Contestania del Reino de
Murcia, editado en el año 1794, y cuyo autor es D. Juan Lozano, Canónigo de
la Iglesia de Cartagena, se sitúa a nuestro pueblo en tiempo remoto como Ciudad Romana, sobre El Palmar, que parece Tadmir.
Nos dice el renombrado autor: A la
distancia de una legua respecto de Murcia, y Tader: Sur algo inclinado al
Sudoeste, vemos El Palmar, y al Sur de éste, sobre media legua más, el Puerto. […] Retiene
además nuestro cuerpo de ruinas, índice de la voz Tadmir y de su concepto, que
llamare Palmerino. El pueblo del Palmar, por sus palmitos, y aún palmas de
nuestra Vega, goza ésta su apelación. Se ve situado sino en la falda del monte
del Puerto, a lo menos en su raíz; porque desde El Palmar empieza a elevarse;
luego empiezan los tornos y semicírculos del Puerto.
En realidad, el
palmito fue encontrado por la colonia fenicia al arribar a nuestras costas, e
igualmente lo encontraron en las vertientes del río, pero con tanta abundancia
que, por tal motivo, dice Fuentes y Ponte, al sitio de desembocadura del Puerto
de la Cadena lo denominaron El Palmar.
Definitivamente
el nombre de El Palmar está basado en la flora y los cultivos, como ocurre con
otros lugares de nuestra huerta, tales como La Arboleja y El Esparragal, así
como con Carrascoy.
Significar que
El Palmar siempre ha contado con una carretera de primer orden, ya que fue una
de las ramificaciones de la histórica Vía Augusta, que más tarde, sería
sustituida por el Camino Real de las Cadenas.
Fue Señorío en
el siglo XVI, con Don Juan de Verástegui como noble fundador del territorio y
asiento escogido de familias, que, bajo el manto tutelar de la Purísima
Concepción, poblaron unos parajes idílicos, plenos de palmeras, palmas y
palmitos, que recogería, años más tarde, el inspirado Maestro Alonso en el
Canto a Murcia de La Parranda.
En el censo de
1583 referido a Murcia, se hace una clara distinción de Murcia capital y los
pueblos y aldeas de su huerta, con el objetivo de controlar la existencia de moriscos
dispersos por tierras murcianas, que acabarían siendo expulsados durante el
reinado de Felipe III. En el referido censo, aparecen diferenciados los lugares
de Torre de Verástegui, con jurisdicción en la falda de la Sierra del Puerto, y
El Palmar, ambos con un morisco censado. En el siglo XVI aparece El Palmar
identificado dentro del territorio de Don Juan de Verástegui, y a este enclave
vecinal, ya agrupado, se le denomina Lugar
de Don Juan. Posteriormente, la desaparición del Señorío por falta de sucesores en línea directa, motivará el
arraigo del nombre actual de El Palmar.
En
el año 1594, nuestro pueblo es incluido, junto con otros, en el censo mandado
hacer sobre las provincias ordinarias y partidos de la Corona de Castilla, con
motivo del reparto correspondiente al Obispado de Cartagena.
Ya empieza su
crecimiento demográfico, pues de los 30 vecinos (cabezas de familia) con que
contaba en 1587, en poco más de dos siglos (años 1809) aumenta a 445 vecinos.
Esta cifra que en sí parece insignificante, no lo es tanto, si se tiene en
cuenta que de las 32 poblaciones censadas correspondientes al municipio de
Murcia, El Palmar ocupaba el tercer lugar en cuanto al número de vecinos se
refiere.
Queda, pues,
constatado que los orígenes de la población urbana arrancan del siglo XVI. El
Palmar es, en aquel entonces un pequeño lugar que pertenece al Señorío de un
noble de la época: don Juan de Verástegui, nacido en Murcia con raíces
vascuences, bautizado el día 19 de Octubre del año 1556, Regidor de Murcia y
casado con Francisca de Rocafull, heredera del Señorío de Albatera y de la
Raya. Casó en segundas nupcias con Lucrecia de Lisón y Beltrán que junto con D.
Juan, aparece en la lápida colocada en la parte posterior de nuestra Iglesia
Parroquial, junto con el escudo de armas, que testimonia los orígenes de El
Palmar, y más concretamente de la oficialidad de la culminación de las obras de
construcción de la Iglesia y de la toma de posesión del matrimonio Verástegui-Lucrecia,
como Señores de El Palmar. Realmente, el Señorío de El Palmar, fue creado por
el Regidor murciano Juan Vicente, considerado el más dinámico de los comisarios
del Consejo Murciano de entonces, que poseía tierras y bienes por esta
demarcación. No obstante, jurídicamente, este pequeño poblado o caserío no tuvo
su personalidad y ordenamiento propio hasta el Siglo XVII, en que Don Juan de
Verástegui se casó con Dª Lucrecia Lisón, sobrina carnal, y mandó poblar esta
villa en 1615, fecha que recuerda además la expulsión de la morisma granadina
del Reino de Murcia. Los restos de los Verástegui, reposan en la Capilla de San
Antonio, en la Santa Iglesia Catedral de Murcia.
Debo significar
que Don Juan de Verástegui, tuvo jurisdicción sobre el Lugar de El Palmar,
varios años antes de lo que se refleja en la lápida de nuestra Iglesia
parroquial, es decir, años antes de 1615.
Así lo prueba
un documento encontrado en el Archivo de la Iglesia de Santa María de Murcia
que corresponde a una Partida de Matrimonio de fecha 20 de Mayo de 1607, que
dice lo siguiente: “Desposé a Diego
Marchante y a Joana Melgarejo en veinte de Maio de 1607, siendo testigos Joan
Fernández i Diego Martínez i Francisco Melgarejo. Viven en la Hacienda de Don
Joan de Verastegui ==Beneficiado Roque Martínez”.
Está claro que
Don Juan de Verástegui era el Señor del Lugar y como tal, nombró a gente de su
confianza para que se encargaran de gobernar social y políticamente, su
hacienda. Nuestro queridísimo Cura Párroco que fue de El Palmar, Don Jesús
Belmonte, en su libro titulado “Apuntes sobre la vida religiosa en El Palmar”,
nos facilita el nombre de los alcaldes que en el año 1623 ejercían su noble
tarea en esta Villa: Domingo diez i seis
días del mes de Julio de mil seiscientos beintitrés años, desposé y belé conforme
el Santo Concilio de Trento manda, en el Lugar del Palmar, a las ocho horas de
la mañana a Luis Sánchez i a Lucia López, vecinos de Aljucer. Siendo testigos
Ginés Sacristán y Frco. López i Ginés de Bastida, alcaldes de la Villa de El
Palmar”.
Este trascendental
documento, aportado por D. Jesús, constata que el nombre de El Palmar ya
convivía con el de Lugar de D. Juan de Verástegui, en vida de éste, como Señor
de esta villa.
Y para culminar
este hallazgo documental, transcribo literalmente la partida de matrimonio de
Don Francisco Verástegui hijo de Don Juan y Doña Lucrecia. “En seis días del mes de Agosto de mil
seiscientos treinta y tres años, yo Alonso Peñuela de la Cerda, beneficiado y
Cura Propio parrochial en Santa María de la Ciudad de Murcia, desposé a Don
Francisco Verástegui, Señor del Lugar de El Palmar, hijo de Don Juan Verástegui
y Doña Lucrecia de Lisón, con Doña Guiomar Carrillo Caelho, hija de Don Pedro
Carrillo Manuel y Doña Francisca Villaseñor, aviendo precedido una amonestación
el dicho día y aviendo dispensado en las dos amonestaciones últimas su Sª I.
Don Fr. Antonio de Trejo, Obispo de Cartagena mi Señor…”
En aquel
tiempo, estaban asentadas la mayor parte de las viviendas y las más sólidas
alrededor de la Iglesia, mientras que en la huerta se construían las clásicas
barracas expuestas a todos los peligros, pero tan arraigadas en la huerta que
se precisaron siglos para erradicarlas. En el Siglo XVIII, el Corregidor
murciano D. Pedro de Reátegui ordenó la demolición de las barracas.
Esta
disposición dio lugar a un romance anónimo, del que me permito leer unos
versos:
“El Rey tié varios palacios,
en
Murcia hay ca ves más casas,
er
Corregior la tiene,
ca
uno vive como arcanza;
y
ar fin y a la prepartía
salimos
con estas ánsias;
que
les ha dao por meterse
con
er probe é la barraca.
Icen
ques cosa der Rey
Y
el Corregior lo manda,
Que
es causa de munchos vagos
Que
a Murcia bien de mindanga,
Icen
que lo hacen por bien
Y
que les demos las gracias;
Yo
digo que tó está güeno
Pero
qu’ejen mi barraca.
La
tengo ebajo una higuera,
Junto
a la cieca é Meana,
Le
cantan de día los pájaros
Y
por la noche las ranas;
Es
fresca si hace calor,
En
invierno es una manta;
Y
ni er palacio del Rey
Vale
más que mi barraca”.
Sustituida hoy
por la cómoda vivienda funcional, lógico resulta que nadie llegue a sufrir
penas de ausencia por la barraca, ya sólo válida como pieza decorativa en un
paisaje, como parte museable de una escenografía, en la que, ni siquiera cabe
el verso de Vicente Medina:
“… me siento junto a la puerta
y,
cogiendo mi guitarra,
pienso
que pa mi en el mundo
tó
se encierra en mi barraca”.
Anunciadas por
el aviso terrible de la caracola, precisamente fueron muchas las tragedias, que
aquellos sufridos palmareños hubieron de padecer como consecuencia, de las numerosas
avenidas e inundaciones que se repetían con cierta frecuencia, aunque no
siempre con las mismas consecuencias. Y eso, que por la proximidad de la
montaña y el lógico desnivel del terreno, no siempre peligraron sus vidas, cosa
que no se puede decir de otros pueblos de la huerta.
Quizás las más
trágicas fueron las padecidas en 1545 y la de 1615, sin olvidar, la más
tristemente famosa de todas las inundaciones, la llamada riada de San Calixto,
del año 1651. El Palmar, sobre todo en su parte más cercana al Reguerón, quedó
arrasado. A esta riada, le sucedió una serie de avenidas, que no daban lugar a
reparar los daños ocasionados. Las campanas de la Iglesia alertaban una y otra
vez a los sufridos palmareños y así un año tras otro, hasta que en 1987 se
aprobó el Plan de Defensa contra avenidas, en el que se contemplaba el
encauzamiento del Reguerón, con muros de hormigón en masa de seis metros de
altura. Con ello, la amenaza histórica del Guadalentín ha desaparecido práctica
y felizmente.
Durante
muchísimo tiempo, El Palmar ha sido un pueblo eminentemente agrícola. La
cerealicultura, el olivo, y, desde el siglo XVI, la morera, con la cría del
gusano de seda, han sido fundamentales para la vida de las familias. El llamado
prodigio de la seda, proporcionó cuantiosos y decisivos beneficios, que
aliviaron del hambre a muchos palmareños.
Cada año, El
Palmar, se convertía en un primoroso mundo de labores. Calles, sendas, veredas
y carriles eran un apresurado ir y venir de hombres y mujeres, mozos y mozas, y
la chiquillería, cargados todos ellos con hermosos cestos y grandes sábanas
repletas de hojas de morera, con cuyo jugoso pasto se satisfacía la voracidad
insaciable del gusano, que crecía y dormía hasta que terminaba encerrándose en
la cápsula de fino hilillo de seda.
En la segunda
mitad del siglo XIX, se inicia un irreversible proceso de decadencia de la
morera y de la cría del gusano de seda y su lugar lo ocupan los agrios y las
hortalizas, con protagonismo para el limonero y el naranjo.
Fue a comienzos
de este siglo XIX, cuando se crea el Ayuntamiento Constitucional de la Villa de
El Palmar, el que tuvo mayor personalidad en la Huerta de Murcia, después del
capitalino, al que sorprendentemente superaba en extensión, al igual que al
resto de corporaciones municipales de la Vega. Su término municipal abarcaba 88’87
Km².
La carretera Murcia-El
Palmar, que sustituía al Camino Real de las Cadenas, fue inaugurada el día 20
de Junio de 1785. Desde siempre, por esta Vía, por este Camino, por esta
Carretera, distintas generaciones, gobernantes y gobernados, señores y
vasallos, a pie, a caballo o en otro cualquier medio de transporte, se han
adentrado en El Palmar, y respetando las canas de su tierra, han advertido la
sonrisa del aire en cada una de sus calles, en donde han oído latir el
antecedente que las engendró, y han admirado, ese especial y rumoroso paisaje
de frescas y frondosas sombras acogedoras, la laboriosidad, nobleza y lealtad
de sus gentes, lo que constituye la esencia viva de su carácter, lo bueno y lo
malo, pero lo suyo, porque El Palmar ha conservado siempre, por debajo de su asfalto,
ladrillos y de su cemento, esa otra estructura que como la uña a la carne, va
unida a su propia identidad, porque no es cuestión de arquitectos y leyes, sino
de sangre y de siglos. Y de siglos nos viene nuestra devoción a nuestra
Patrona, la Purísima Concepción.
1. IGLESIA DE LA
PURÍSIMA CONCEPCIÓN DE EL PALMAR.
El templo del Lugar de Don Juan no es difícil datarlo, pues una lápida
de mármol, tras el camarín de la Patrona, en la calle Mayor de El Palmar, lo
dice: año 1615. Ha sido restaurado en otras épocas más modernas y conserva
algunas buenas esculturas en madera, estofadas y pintadas entre las que merecen
ser catalogadas, un Cristo de tamaño menor que el natural, colocado en el
camarín de Nuestra Señora de Los Dolores; una Purísima de la Escuela de
Salzillo, situada en el Retablo Mayor; y un San José del mismo gusto artístico.
A los pies de la Iglesia cerca de la puerta había un cuadro de gran tamaño que
representa LOS DESPOSORIOS DE MARIA Y JOSÉ y aun cuando no estaba firmado parecía
ser obra de un artista valenciano del siglo XVIII.
La
Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción de El Palmar fue, en sus
comienzos, Anejo de Santa María, de Murcia.
La
Ermita que Don Juan de Verástegui, Regidor de Murcia, construyera en su
Hacienda propia, dedicada al misterio de María en su Purísima Concepción,
pronto fue elevada a la categoría de Parroquia. Así, en el año 1614, el
entonces Obispo de la Diócesis de Cartagena, Don Francisco Martínez de
Cisneros, erigió en el Lugar de Don Juan, El Palmar, la Parroquia de la
Purísima Concepción.
A
la jurisdicción de la Parroquia de El Palmar, pertenecieron otros lugares
anejos, como Aljucer, Sangonera la Verde, Sangonera la Seca y San Ginés. Y
durante algunos años también La Alberca. En El Palmar había un Cura Teniente
con jurisdicción plena. Esta situación permaneció desde el año 1614 hasta el
1795, año en que La Purísima de El Palmar, se constituyó en Vicaria Perpetua,
con Cura propio, y dejó entonces de ser Anejo de Santa María de Murcia.
ARQUITECTURA Y REFORMAS
REALIZADAS.
El Archivo
Parroquial data de finales del siglo XVI los Bautizos y comienzos del XVII los
Matrimonios. Por lo que la Ermita-Iglesia pudo comenzarse a construir los
últimos años del siglo XVI y ser finalizada en el año 1615.
La Iglesia
Parroquial de la Purísima Concepción es de estilo barroco. En este siglo, el
barroco se encuentra en su máximo apogeo en España y en Murcia. En el caso de
la Iglesia de la Purísima Concepción, se sabe que antes era una Ermita, a la
que tras sucesivas intervenciones, se fueron añadiendo otros cuerpos para construir
el templo que actualmente conocemos en la actualidad.
Por
la época de la que estamos hablando, cabe destacar la inexistencia de crucero,
predominando longitudinalmente así, la nave central y las laterales, de un
extremo a otro del templo, conformando una planta rectangular. La nave central
es de altura considerable y está resuelta con una bóveda de cañón con lunetos
laterales con arcos de medio punto. En la bóveda de la nave central, se ubican
diversos lunetos laterales, compuestos por unas pequeñas vidrieras, en las que
se representan distintas imágenes y símbolos bíblicos, que también se pueden
apreciar desde el exterior. Las pilastras destacan por su gran robustez y
decoración sencilla. Son simétricas a una cara y ascienden hasta las tribunas.
Están compuestas de una basa recubierta por un zócalo pétreo, un fuste y
capitel, como elemento de coronación.
El
diseño del templo tiene un carácter eminentemente funcional. Todo estaba
dispuesto en función de proporcionar la más adecuada solución a la
participación en el mismo por parte de los fieles. Así, la amplia y despejada
nave central, permitía la acogida de una congregación numerosa, la cual podía
participar del culto sin ninguna dificultad, al tratarse de un espacio muy
propicio, en sus condiciones acústicas y visuales, para seguir la Misa y el
sermón.
El
altar mayor esta elevado sobre el suelo por un basamento escalonado de dos
peldaños de mármol blanco de Macael. En el Altar Mayor, puede accederse por la
derecha a la capilla Virgen del Carmen y por la izquierda a la capilla del
Corazón de Jesús.
Justo
a los pies del altar mayor, se encontraba una lápida, que cubre una arqueta,
donde estaban depositados los restos mortales del Beato D. Fortunato Arias
Sánchez, desde el año 1962. Actualmente, estos restos se encuentran depositados
en una urna relicario ubicada en el retablo de la capilla del Beato Fortunato,
localizada en la nave lateral, en el cuarto tramo del Evangelio, del templo
palmareño.
En
1897 se realizó la primera gran intervención en la Iglesia de El Palmar
dirigida por el Arquitecto D. Justo Millán. La Iglesia estaba ruinosa y hubo
que derribar los techos y las bóvedas para volverlas a hacer y también se
procedió a la pavimentación de todo el suelo. Datos recogidos del Archivo
Municipal de Hellín y cedidos gentilmente por la señora María del Carmen Bañon.
Los
solados actuales no son originales. Esto se debe a que en el año 1947, se
cambió el pavimento de la mayor parte de la Iglesia, poniendo como solado,
mármol blanco de Macael y zócalo de piedra, que fue puesto por los canteros y
hermanos palmareños Andrés y José Pastor Bernal.
La
fachada principal es una fachada sencilla, con una portada, donde se destaca el
uso del ladrillo macizo. Esta fachada actual de la Iglesia de la Purísima
Concepción no es la originaria del templo, siendo construida la misma, entre
los años 1913-1918. Se hizo una nueva arcada, la que comprende la Cancela y el
Coro con las Capillas de la Virgen del Rosario y San Roque, derivando dicha
actuación en la creación de una nueva fachada, eliminando completamente la
anterior y quedando así la torre campanario retranqueada respecto al plano de
fachada. Posteriormente, la fachada y parte del interior del templo, hubo de
ser muy restaurados tras la Guerra Civil, porque los destrozos fueron
grandísimos e irrecuperables.
En
la zona superior de la misma fachada nos encontramos con una hornacina, donde
se encuentra situada la imagen escultórica de la Purísima Concepción. Coronando
la fachada, nos encontramos con una cruz metálica, símbolo emblemático de las
Iglesias Cristianas.
En
la torre campanario, hay cuatro campanas que se ven desde el exterior, a través
de huecos con forma de medio punto. La Campana mayor y mediana, fundidas en
1754 y 1851 respectivamente, y dos nuevas campanas colocadas en el año 1986
siendo Párroco D. Alfonso Ortíz Sánchez, que sustituyen a otras dos antiguas,
que no sonaban, por estar estropeadas, una mediana llamada “Inmaculada” y otra
más pequeña llamada “María de la Paz”. En las dos primeras campanas, las más
antiguas del templo, aparecen inscripciones haciendo mención al cura encargado
en dicho momento y al realizador de dicha Campana. En el año 1964, siendo
párroco de El Palmar D. Miguel Hellín Navarro, se añadió un nuevo cuerpo a la
torre de la Iglesia. Actualmente, este nuevo cuerpo, alberga en su interior, las
cuatro campanas descritas con anterioridad y el nuevo reloj, puesto que el
reloj antiguo fue sustituido al encontrarse afectado e inservible. En
Septiembre de ese mismo año, coincidiendo con las Bodas de Plata de D. Miguel
Hellín como Párroco de El Palmar, se inauguró en lo alto de la torre, un
monumento al Sagrado Corazón de Jesús. Esta imagen tuvo que ser desmontada años
después por peligro de desmoronamiento, ya que fue afectada por la acción de la
aluminosis.
A
finales de siglo XX y comienzos del XXI, se realizan dos nuevas reformas, la
primera siendo Párroco D. Jesús Belmonte Rubio, consistente en la sustitución
de todas las cubiertas del inmueble y la reparación de la torre, y una segunda
reforma ejecutada siendo Párroco del templo D. José María Hidalgo Jiménez, con
el objetivo primordial de rehabilitar interiormente el templo.
La antigua Casa Parroquial se construyó
a expensas de D. Vicente Pareja Fernández de Alarcón, en el año 1914, siendo
Obispo de Cartagena el Padre Vicente Alonso y Salgado, y Párroco de ésta D.
Francisco Pujalte Guirao.
ESCULTURA Y
PINTURA
Elías Tormo en
su libro “Levante” en 1923, nos dice sobre esta Iglesia dedicada a la Purísima:
“En la Iglesia son de Roque López La Virgen del Rosario y el Crucifijo de la
Sacristía; otras imágenes de Cristo, La Inmaculada y San José de la Escuela de
Salzillo; en la entrada lateral del templo un cuadro de los “DESPOSORIOS”,
recordando a Clemente Torres (siglo XVII) sin ser suyo y no de Cornelio Beer al
que se atribuye en el inventario de 1735. De Francisco Martínez Talón en 1741 y
bien inferior el cuadro de “La Apoteosis de San Ramón”.
Afortunadamente
en esta parroquia de El Palmar se salvaron algunas imágenes y algún cuadro
aunque los preciosos cuadros aquí descritos fueron robados o destruidos pues no
existen en el templo.
El
antiguo Retablo Mayor fue desaparecido en la guerra, por lo tanto el presente
no es el original del templo. La parte alta del Retablo Mayor es atribuido a
Antonio Caro en el primer tercio del siglo XVIII. De este retablo
actual podemos destacar su grandeza y variedad en las policromías, en especial
el color pan de oro; destaca en su centro una hornacina con un camarín de
bóveda de cuarto de esfera en la que se sitúa la imagen de la Purísima
Concepción, siendo una bella escultura en madera tallada, policromada y
estofada, de 1,16 m de altura.
Situada en el
Altar Mayor (Camarín Principal) del Retablo que es sin duda una Preciosa Purísima
barroca atribuida al escultor y retablista Antonio Caro, según la opinión de los
expertos en la Historia del Arte de la Diócesis de Cartagena. González Simancas
en su Catálogo Monumental de España – Prov. Murcia de 1905-07 dice que es: “Una
Purísima de la Escuela de Salzillo en el Retablo Mayor”
La Purísima
sigue todavía la estética y el aire del siglo XVII, otros le ven una fuerte
influencia de la Escuela Granadina, pero lo único que sabemos es que nos
hallamos ante una preciosa Inmaculada barroca dentro del ámbito de la Ciudad y
Reino de Murcia, levantina y enmarcada en el Reinado de Felipe V de Borbón.
La imagen
representa a María adolescente, con las manos juntas a la altura del pecho,
como las Purísimas andaluzas. La túnica blanca, con una estofa preciosa en
dorado con galón y broche dorado a la altura del pecho. En la cintura, ciñe la
artística túnica, un cinturón azul celeste y oro en forma de lazo, que
enriquece mucho más el modelado de la imagen.
El manto muy
movido es sujetado y rodea el brazo derecho, mientras se mueve revuelto por
bajo de la cintura con una estofa plena de oro, con un borde dorado anchísimo y
muy bello que imprime categoría a la Virgen. El color del manto es azul oscuro
(marino) y sigue las características cromáticas concepcionistas que imponen
túnica blanca y manto azul.
La Virgen pisa
a la serpiente-demonio, al mismo tiempo que es herido por un precioso angelito
con una flecha, arrodillado en la cabeza de uno de los 3 ó 4 querubines que
forman la tradicional nube plateada también característica de las imágenes en
bulto redondo de la Virgen.
La serpiente
lleva en su boca la tradicional manzana bíblica y el rostro de los querubines
es realmente bonito. Pero la belleza del rostro de María supera a todo el
conjunto con unos cabellos bien esculpidos y un rostro muy expresivo:
inocencia, pureza y dignidad.
El 8 de
Diciembre de 1942, siendo Párroco D. Miguel Hellín y Coadjutor D. Mateo Ayala,
y alcalde D. Antonio Estrada, en una solemne función religiosa, fue coronada la
imagen de La Purísima, Patrona de El Palmar. Predicó D. José Luján García.
En 1992, siendo
Párroco de ésta D. José Cervantes Gabarrón y Cooperador de la misma D. Antonio
Martínez Riquelme, se celebraron las Bodas de Oro de la Coronación.
En la parte
superior del antiguo Retablo Mayor se halla un precioso Ángel de aire
Neoclásico –o quizás Ecléctico- del que desde debajo del Retablo se intuye
bellísimo especialmente el rostro. Las alas blanquiazules y muy abiertas; en
los brazos muy extendidos el derecho alzado y el izquierdo más hacia abajo,
sostiene una cinta azul. Es de autor anónimo con aproximadamente un metro de
altura, quizás es de finales de siglo XIX, realizado en madera policromada y
estofada (dorado y plateado).
El Ángel sale
de una nube plateada y está envuelto en una túnica rosa, entrelazado con un
manto blanco estofado en listas doradas y verdes. La parte del cuello y las
bocamangas están realizadas en oro fino.
Antiguamente,
las misas y ceremonias eran dirigidas al clérigo por el Párroco del templo pero
con la característica de situarse de espalda a los feligreses, sirviéndose de
apoyo con la mesa situada justo en los pies del retablo. Actualmente, existe
otra mesa más adelantada, con la peculiaridad de que las pilastras de la misma
son parte de las columnas del antiguo Retablo Mayor del templo, destruido tras
la Guerra Civil Española.
La
Iglesia tiene doce capillas laterales (seis a cada lado de la nave central),
las cuales tienen pasos entre ellas. En cada capilla hay una hornacina con un
Santo, o Virgen.
Al
entrar al templo, la primera capilla que nos encontramos en el lado del
Evangelio es, la de la Virgen del Rosario, situada en una pequeña hornacina y
retablo policromado con las columnas en color pan de oro y la basa de la
escultura y el perímetro de la hornacina en un color rosáceo imitando el
mármol. Es una tradicional imagen de vestir de 1,55 metros de altura, realizada por
Roque López en 1799 dentro del estilo barroco murciano.
En el catálogo
que hizo sobre las obras de Roque López el Conde de Roche dice: “Una Virgen del
Rosario, de vestir –cabeza, manos, peana y devanaderas- para El Palmar por 400
Reales de Vellón” Año 1799.
En ningún
momento mencionan la figura del Niño Jesús, ya que es posible que ya estuviera
en la Parroquia y fuese adaptado al brazo izquierdo de la Virgen del Rosario y
correspondiese a la Escuela de Salzillo o a su taller.
La corona de
lujo de esta imagen del Rosario es preciosa en estilo rococó de los primeros
años del siglo XIX, parece ser del taller del orfebre Senac. El rosario que
tanto la Virgen como el Niño sostiene es muy antiguo en plata y otros
materiales preciosos. Es procesionada los domingos de Octubre, mes del Rosario,
por la madrugada en el “Rosario de la Aurora”.
La Virgen del
Rosario se encuentra acompañada por las dignas esculturas de dos ángeles
gemelos, que sólo se distinguen por el paño azul de pureza: Azul Marino (el del
lado izquierdo) y rosa (el del lado derecho). Con unas dimensiones de 46 cm.
uno y 48 cm. el otro, que podrían adscribirse cronológicamente a los años
finales del siglo XVIII o pudieran ser de comienzos del XIX.
Preciosos
ángeles de estilo barroco murciano plenos de gracia y belleza, que intentan
imitar –aunque no en los gestos tristes- a los angelitos de La Dolorosa de
Salzillo de la Iglesia de Jesús de Murcia. Plástica y estéticamente son unos
ángeles elegantes y de un movimiento gracioso, con rostros expresivos y
cabellos muy bien esculpidos, y en un estado de conservación maravilloso.
Se hallan a los
pies de la Virgen del Rosario de Roque López (1799), aunque no aparecen en el
Catalogo del Conde de Roche, ni en el “Levante” de Elías Tormo, pudiendo ser
del taller de Salzillo en el último tercio del siglo XVIII. También pudieron
ser añadidos a la Virgen del Rosario para magnificarla y embellecerla por parte
de los Auroros del Rosario de El Palmar. Entonces podríamos decir que son de
los primeros años del siglo XIX. Sea como fuere nos encontramos con 2 angelitos
hermosos casi totalmente idénticos.
En
segundo lugar, nos encontramos con la Capilla de Nuestra Señora de las Ánimas,
que consta de un cuadro donde se refleja la misma. En la tercera capilla del
Evangelio, llamada Capilla de Nuestro Padre Jesús, figura la imagen escultórica
de Cristo cargando con una cruz. En el cuarto tramo de este mismo lado del
Evangelio, se ubica la capilla del Beato Fortunato, en la que se representa un
magnifico retablo, mención especial al ilustre párroco de El Palmar. En el
mismo, se encuentra situada una urna relicario, donde se encuentran actualmente
los restos de D. Fortunato. En quinto lugar, se posiciona la Capilla del
Calvario, en la cual, además de encontrarse al Cristo Crucificado, se ubican
varios muebles y emblemas pertenecientes a la historia eclesiástica del templo.
Como
ultima capilla de esta nave, encontramos la Capilla del Corazón de Jesús,
situando dicha escultura en una hornacina y actuando como retablo, unas
columnas cilíndricas sustentando una viga, ambos objetos policromados en color
rosáceo, de manera que se imita al mármol. Es Imagen de Cristo, señalando
con su mano izquierda su Corazón abierto, y con su derecha en actitud de
bendecir. Responde al modelo tradicional tan extendido en los años de la
posguerra. Es de Olot. Lleva de corona en plata de ley, sobredorada. Esta
imagen, cuya devoción tanto propagó D. Miguel Hellín Navarro, fue un regalo que
hizo a la Parroquia de El Palmar, al acabar la guerra, el recordado médico D.
Francisco Espinosa Espinosa.
En la otra nave
lateral del templo, la correspondiente al lado de la Epístola, nos encontramos
en primer lugar con la Capilla de San Roque, un bonito retablo, donde en su
hornacina se encuentra la imagen de San Roque. Es de autor anónimo,
realizado en madera policromada en pleno siglo XVIII dentro del ámbito barroco
murciano. Las dimensiones son las siguientes San Roque 0,86 metros y el Ángel
0,40 metros.
Según D. Jesus
Belmonte, el Santo peregrino ostenta el patronazgo de El Palmar –con la
Purísima- desde tiempos de D. Juan Verastegui (S. XVII), casado en primeras
nupcias con Dª Francisca Rocafull, oriunda de Montpellier, la misma ciudad del
Santo.
La imagen
representa al Santo del sureste francés en su tradicional y clásica
iconografía, enseñando las heridas que según la tradición se las lamía un
perro. Representado a la derecha –de color blanco y marrón oscuro- y que en su
boca lleva el típico mendrugo de pan y a su izquierda un ángel confortando al
Santo abogado de peste y epidemias –nacido en Montpellier- que es precioso y
elegante que da al conjunto gran movimiento barroco y lleva un paño de
inocencia azul –verdoso- mínimo que sólo tapa la zona genital.
Iconográficamente
se basa en la misma fuente utilizada en el siglo XVII por Baltasar González
para representar a este santo milagroso. El santo curva la cabeza a la derecha,
mientras que con la misma mano señala su llaga, y la izquierda la lleva a su
pecho con las chapinas típicas de los peregrinos. Sosteniendo con ambas manos
la caña con la calabaza y el lazo blanco símbolo de los peregrinos a lugares
santos.
En
el segundo tramo, se ubica la capilla del Niño Jesús, retablo de similares
características al anteriormente mencionado, donde se localiza la escultura del
Niño Jesús Infante (de 5 o 6 años), de las llamadas de vestir aunque es posible
que debajo haya un cuerpo bellamente esculpido. La imagen lleva una túnica
blanca bordada que sólo le deja asomar aparte de cabeza y cuello, algo del
pecho pies y manos.
El Beato
Fortunato lo tenía en gran devoción. Sirvió de modelo a varias generaciones de
niños de El Palmar. Era sacado en procesión todos los años el jueves de la
Ascensión. Siempre ha sido atribuido a Sánchez Araciel, el excelente imaginero
neobarroco murciano de finales del XIX. Tallado en madera policromada. Tiene
una altura de 0,90 metros.
Jesús Infante
bendice a los fieles con su mano derecha y con la izquierda sostiene la cruz
que recuerda la muerte y pasión. Sus pies descansan en una tradicional nube
plateada que sostiene una peana dorada al fuego.
Los pies
descalzos en actitud de andar de este Niño Jesús perfectamente esculpido, es
obra indudable del barroco murciano.
El tercer tramo
lo compone el retablo que acoge en su centro a la Virgen de Fátima,
denominación que da nombre a esta capilla, componiéndose también de similares
características a la anterior. Imagen de vestir, de madera tallada, policromada
y estofada, de 1,45 metros de altura. Es de finales del siglo pasado, obra del
escultor D. Juan González Moreno, encargada por D. Miguel Hellín en los años
cincuenta. La corona, en plata de ley, está jalonada por doce estrellas. Pudo salvarse
de la barbarie de la guerra gracias a la familia de D. Francisco Espinosa.
Imita a La Dolorosa de Salzillo. Era sacada en procesión, junto con el Cristo Crucificado, en
la noche del Jueves Santo.
La
cuarta capilla de esta nave la compone la imagen de San Antonio, una capilla
poco ornamentada y sencilla. Imagen de madera tallada, policromada y estofada
de 1,20 metros de altura, perteneciente al barroco del siglo XVIII del círculo
salzillesco. Lleva tonsura franciscana y hábito de color pardo con abundantes
flores de estofa Tiene en su mano izquierda el libro de la Escritura y sobre él
sostiene al Niño Jesús. Representa a un fraile de aspecto juvenil, de mejilla
imberbe, de seráfica mirada y de labios sonrientes, y el Niño es de una gracia
y belleza excepcional.
La
quinta capilla, la de San José, consta con la imagen de San José cogiendo en
sus brazos al Niño Jesús, ubicado en una sencilla hornacina. Imagen de talla en
madera policromada y estofada de 1,40 metros de altura. Tiene al Niño en su
brazo izquierdo y una vara de azucenas en su mano derecha. Lleva el manto
recogido en la cintura con amplios pliegues a los lados. Ambas figuras están
mirándose con una dulzura infinita.
Pertenece
esta obra al círculo salzillesco, barroco murciano del siglo XVIII.
En
último lugar, se localiza la capilla de la Virgen del Carmen, con un magnifico
y ornamentado retablo que acoge a la escultura. En esta capilla se sitúa,
además, una cripta, en la cual se encuentran situados los restos de D. Vicente
Pareja y Fernández de Alarcón, ilustre palmareño del siglo XIX.
La Virgen del
Carmen es una bella imagen en madera tallada, de 1,40 metros de altura, con el
hábito del Carmelo, sosteniendo en su mano derecha un amplio escapulario, y
llevando en su brazo izquierdo al Niño Jesús también con su escapulario. El
rostro de la Virgen respira una paz y armonía admirables. Es de finales de
siglo XIX, y atribuida a Sánchez Araciel.
Otras imágenes conservadas
en nuestra Iglesia son:
La Virgen de
los Dolores. Imagen de comienzos del siglo XIX, realizada en madera policromada
(1,55 m.) siguiendo la estética barroca murciana. Dolorosa tradicional murciana
de las numerosísimas que se hicieron en los talleres de los discípulos y
seguidores en general. Es imagen del tipo de las que se hicieron, tras la
famosa Dolorosa de Salzillo de la Cofradía de Jesús de Murcia.
Cristo de las
Misericordias. Imagen de Cristo Crucificado de grandes proporciones, de Olot.
Fue adquirida a expensas de la Hermandad del Santísimo, tan floreciente en los
años de la posguerra en la Parroquia de El Palmar. En los años ochenta se
constituyó la Cofradía de Cristo Crucificado, que sacaba en procesión, en la
noche del Jueves Santo, y en riguroso silencio, esta venerada imagen.
Jesús Nazareno.
Imagen de vestir de Cristo cargado con la Cruz, de cierta inspiración. Es de
Lozano Roca, traída a El Palmar a finales de los años cuarenta. Era sacada en
procesión en Semana Santa.
San Juan.
Imagen en madera tallada y policromada del joven Apóstol y Evangelista. Fue
tallada en los años cincuenta para procesionar en Semana Santa.
En pintura
destaca el cuadro al óleo: CUADRO DE SANTA GERTRUDIS “LA MAGNA”. De autor
desconocido con unas dimensiones de 0,78 x 0,40 metros. En el tránsito del
siglo XVII al XVIII. En estilo barroco murciano y discreta calidad artística y
con estética tenebrista.
TRADICIÓN Y CULTURA: LOS
AUROROS DE LA VIRGEN DEL ROSARIO.
En El
Palmar se conservan actualmente los ancestrales Rosarios de la Aurora, que más
que una mera procesión, resulta ser una singular expresión de oración popular.
El Rosario de la Aurora da comienzo a las 6,30 de la mañana de cada domingo del
mes de octubre, desde la Parroquia de la Purísima, donde los auroros se reúnen
al pie del altar, justo antes de rayar el alba y entonan al unísono su primer
padrenuestro al tañido de la campana y alrededor de su parpadeante farol, a
continuación se organiza la procesión y los auroros se dirigen a la calle
cantando el Ave María, delante de la imagen de la Virgen del Rosario del
escultor Roque López.
Cada
domingo el Santo Rosario se va rezando por un itinerario distinto del pueblo.
Los palmareños esperan en sus casas, con las puertas abiertas y la luz
encendida a que pase la imagen de la Virgen o se apostan en las bocacalles a la
espera de escuchar el padrenuestro y a continuación se unen al cortejo cantando
el Ave María alternativamente con los auroros, hasta completar los cinco
misterios del Rosario y que culmina con la celebración de la Sagrada
Eucaristía, adornada con el canto de hermosas salves. Hace unos años, Mari
Baños, entonces Presidenta de la Peña, me pidió que le escribiese un poema a la
Virgen del Rosario:
POESÍA A LA VIRGEN DEL
ROSARIO.
María, Dulce Nombre, Rosario, Purísima
¡Cómo te queremos en El Palmar!
La Peña, Auroros, Iglesia, Todos.
Un año más, al amanecer el día,
devotos te cantamos la Salve,
embriagados de sana alegría.
Contigo recorrimos las calles de El
Palmar.
Mañanas, Octubres, Domingos, desde
siglos acá.
Generaciones enteras, no te olvidaron jamás.
Padre Nuestro y Salves, te cantamos, María,
que más pura que tú, solo Dios,
no nos niegues, Divina Señora,
tu amorosa y eficaz protección:
para que se acaben las desdichas,
para que el mundo viva mejor,
para erradicar la mentira, el odio y rencor,
para que construamos un mundo nuevo,
inspirados en tu amor.
Hoy, mañana, como hace siglos ya:
¡María, Aurora, Rosario, Purísima!
¡Cuánto te queremos en El Palmar!
HERMANDAD DE LA PURÍSIMA
El 8 de
diciembre de 2013 fue el día grande de esta recién creada Hermandad. Aunque
muchos de estos hermanos y fieles devotos de la Purísima llevaban años portando
su trono, esa fecha fue la primera vez que lo hacían oficialmente como
Hermandad.
En la sagrada
Eucaristía del día de la Purísima, después de que el Sr. Párroco leyera el
Evangelio, todos los Hermanos fueron pasando a besar la medalla de la Purísima,
siendo presentados por primera vez ante la Asamblea. Don Andrés, dedicó unas
bonitas y emotivas palabras de aliento, para que este día no sea olvidado y
tenga continuidad en el tiempo.
Este día,
además fue especial, porque fue interpretado oficialmente por el coro de
nuestra Iglesia, el Himno dedicado a nuestra Patrona, La Purísima Concepción,
con letra del Reverendo Miguel Ángel Gil López y música a cargo del Reverendo
Antonio Jesús Gallego López.
DATOS CURIOSOS DEL ARCHIVO
DE LA PARROQUIA DE LA PURÍSIMA DE EL PALMAR.
El primer libro
de Bautismos comienza el dos de enero de 1667 con la partida de María, hija de
Andrés Martínez y de maría Campillo. Termina el 30 de Octubre de 1693 con la
partida de Águeda, hija de Felipe González y de Ana Balsalobre.
En abril de
1795 la parroquia de El Palmar deja de ser anejo de la de Santa María de
Murcia, y se constituye en Vicaría Perpetua. Su primer Vicario Perpetuo o Cura
Propio es D. Antonio Anguiano.
El primer libro
de matrimonios comienza el 26 de junio de 1667 con la partida de Juan Soler
Mora y Sebastiana Martínez Melgarejo. Firma D. Andrés Martínez de Yeste.
Termina con la partida de Diego Abellán Riber y Marta Martínez Gil. Firma D.
Bernardino Hernández Siles.
El primer libro
de Defunciones que existe comienza el 10 de noviembre de 1786 con el enterramiento
de Pedro Fernández Guillamón. Termina el 9 de octubre de 1804 con la partida de
Ginés del Baño Ortíz.
El 28 de
noviembre de 1891 fue bendecida e inaugurada la Capilla de Sangonera la Seca,
llamada la Ermita Roca por haber sido erigida por D. Gabriel Roca. Era anejo de
El Palmar.
En la terrible
epidemia que sufrió El Palmar en 1811 murieron 350 personas, entre ellas el
propio Cura Párroco y Primer Vicario Perpetuo D. Antonio Anguiano.
D. Fortunato
Arias Sánchez estampa su primera firma en este Archivo el 12 de febrero de 1926
con ocasión del matrimonio de José Campillo Martínez con María Lajarín
Martínez. Sus dos últimas firmas están recogidas el 15 de septiembre de 1935 en
el Bautismo de José Antonio Hernández Galindo y en el Matrimonio de Francisco Iniesta
Fraisinos con Antonia Caballero Martínez.
Doña Petra
Sánchez López, madre de D. Fortunato Arias Sánchez, recibe cristiana sepultura
en el Cementerio de El Palmar el 7 de mayo de 1933.
2. PERSONAS SOBRESALIENTES EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA
DE EL PALMAR.
D. FORTUNATO ARIAS SÁNCHEZ
Don Fortunato
firmó la Parroquia de La Purísima de El Palmar y le fue asignada. La toma de
posesión tuvo lugar en enero del año 1926. El sacerdote D. Fortunato irá, desde
este momento, unido al nombre de El Palmar. Y pasados los años, una aureola de
gloria rodeará la figura santa del buen Párroco, y será motivo de júbilo para
esta villa. No se concibe la historia de El Palmar sin la presencia de D.
Fortunato Arias Sánchez en los tiempos modernos… El Palmar y D. Fortunato no
pueden ya separarse: nueve años de fecunda y maravillosa vida sacerdotal.
Hacer una
síntesis de su labor, al frente de esta porción de la grey del Señor, es punto
menos que imposible. D. Fortunato supo hacer que su vida sacerdotal fuera un
abrazo estrecho, de una santidad no común, con una actividad apostólica
sencillamente extraordinaria.
No sabemos qué
diría Don Fortunato, si levantara ahora del silencio de su sepulcro, ubicado en
la capilla dedicada al Beato, en la Iglesia Parroquial de El Palmar. Humilde
entre los humildes, acaso extrañara el aire lleno de su gloria, porque él nunca
había buscado el propio levantamiento y siempre huyó del aplauso y la alabanza.
En él se
cumplió el viejo aforismo de la Escritura Sagrada: Dios levanta y ensalza a los
humildes. Y pregona sus nombres a los cuatro vientos de la Tierra. Porque
supieron dar a Dios lo que de Dios era, Dios les concede ahora lo que en sana
justicia les corresponde.
Don Fortunato
Arias nos ofrece el ejemplo de un sacerdote sencillamente santo. Dedicó su vida
y la dio para enseñar a todos la verdad de la Fe, y la verdad religiosa no se
enseña nunca más digna y eficazmente, que cuando va acompañada y regida de la
virtud, según el adagio: “Las palabras conmueven pero los ejemplos arrastran”.
Su vida fue un fiel y práctico reflejo de la Ley Evangélica que predicó.
Desde su más
tierna infancia, empezó a desenvolverse en un ambiente familiar de un idílico
poético y con un espíritu eminentemente cristiano, que le hacía elevarse y
aparecer ante todos como una antorcha que arde, como un ciprés que crece, en la
contemplación y deseos de los más altos ideales: “Deseo con todas mis fuerzas
llegar a dios y vivir en Dios, pero soy tan poca cosa…”.
Su vida
seminarística transcurrió en la limpia línea de una esmerada conducta. Parecía
estar puesto entre los demás para servir de ejemplo y fiel modelo de las
virtudes que deben adornar a los futuros Ministros de Dios.
La endeblez de
su cuerpo, herido en sus fuentes vitales, no obstaculizó su santidad, que crecía
cada día más. Siervo bueno y fiel en el Seminario de San Fulgencio, como alumno
y Superior, manejó diligente los talentos que Dios pusiera en sus manos,
cargando sobre sus hombros la cruz del Redentor, al que siguió paso a paso.
Dios le sacó de
su escondida humildad para que fuese resplandor que iluminara a palmareños y
hellineros, haciendo prácticas en sí las palabras de Pablo: “Todo para todos,
para ganarlos a todos”.
Pero su vida no
fue sólo la de un sacerdote apóstol, sino también la de un mártir. En ella se
dejaba entrever la voluntad de Dios, que pensaba hacer germinar en su siervo la
flor del martirio del que su vida sólo era el preludio. Dios quiso prepararle
una muerte que coronase su vida ejemplar. Murió perdonando. Murió como los
grandes mártires de la Iglesia. Si hoy se proclamara a los santos por
aclamación del pueblo, estaría en los altares. Decía un sacerdote, alumno suyo:
“Los trámites para canonizarlo serán muy lentos, pero en el corazón de todos
los que le conocimos, está ya canonizado”.
En Hellín,
donde se levantó una cruz por la que peregrinan infinidad de personas, muchas
de las cuales confiesan haber recibido favores mediante su intercesión, y en El
Palmar, donde se guardan como tesoro y reliquia, los restos de tan singular
Siervo de Dios, al cabo de tantos años, su recuerdo es como recién ocurrida su
muerte y hasta los niños saben quién fue Don Fortunato.
El día 9 de
Septiembre de 1939, fueron trasladados desde Hellín, los restos de D. Fortunato
Arias Sánchez a este pueblo de El Palmar. Desde mucho tiempo antes era
imposible el tránsito por las calles y plaza adyacentes a la Iglesia. Imposible
la entrada al templo. La Parroquia, juntamente con el pueblo, salió a esperar
los retos de su amado Párroco al Barrio de la Victoria. Cuando hizo su
aparición el cortejo a la altura del Puente del Reguerón, solamente las
campanas hablaban. Un silencio extremo y reverencial se había extendido por
toda la Villa de El Palmar.
Todas las casas
del trayecto aparecían con colgaduras negras. Los balcones y ventanas están
repletos de mujeres que cubren las cabezas con mantillas y velos, mientras
desgranan rezos entre lágrimas silenciosas.
Las bocacalles
repletas de gente, como en los días de gran solemnidad. De cuando en cuando,
rompe el silencio una exclamación o un gemido en alta voz.
La comitiva
recorrió las calles principales de la población para, a través de la calle Mayor,
terminar haciendo su entrada en la Iglesia, que aparecía adornada con
colgaduras negras.
Eran las siete
de la tarde del día 9 de septiembre del año 1939. Para llevar el féretro hasta
el presbiterio, se desiste de la idea de entrarlo en hombros. Y se va pasando
de unas manos a otras, a través de la gran nave central. En el centro se colocó
un túmulo o catafalco, rodeado de flores, banderas y cirios.
Durante toda la
noche, el pueblo entero pasó por la Iglesia, donde se había organizado un turno
de vela. Al día siguiente, a las diez de la mañana, tuvo lugar el solemne
funeral. Pronunció la Oración fúnebre D. Saturnino Fernández, Magistral de la
S.I. Catedral. La Misa la celebró D. Miguel Hellín Navarro, Cura Propio de
ésta. Se interpretó la Misa de Réquiem del Maestro Perosi.
Seguidamente se
organizó el traslado al Cementerio, en forma procesional. Fue enterrado en el
panteón propiedad de la familia de D. Jesús Bernal, del que hubo que sacarle,
poco tiempo después, debido al inesperado fallecimiento de un hijo del piadoso
industrial.
Las autoridades
palmareñas pidieron entonces la autorización oportuna, para que el cuerpo de D.
Fortunato Arias reposara en la Iglesia Parroquial. No hacían con esto, sino
recoger un anhelo popular, enormemente sentido: el de tenerlo siempre en medio
de la vida de El Palmar.
Los restos de
D. Fortunato, fueron colocados por su antiguo sacristán, D. Antonio Alfocea, en
una arqueta de madera de pino, como de un metro de longitud, que hizo el
feligrés de ésta, D. Diego López Vivancos, quedando ubicada bajo la peana de la
Virgen del Rosario, en cuya Capilla se estaban efectuando obras de
restauración, por causa de los destrozos habidos durante la Guerra Civil.
Allí quedaron
ocultos a la vista del público, con un tabique fuerte de medio ladrillo, hasta
que el día 8 de Diciembre de 1962, fueron depositados en el centro de la
Iglesia, al pie del Altar Mayor. Hoy sus restos se encuentran en una urna
relicario situada en la Capilla dedicada al Beato Fortunato de nuestra
Parroquia. Nuestra Comunidad reza para que pronto sea Canonizado.
D. MIGUEL HELLÍN NAVARRO
Nació en Javalí Viejo el 7 de junio de 1890. Inició sus
estudios con los Padres Jesuitas de Granada. Fue ordenado sacerdote el 26 de
octubre de 1919. Desempeñó los siguientes cargos: Cura Rector de Los Martínez
del Puerto, Párroco de Barqueros, Ecónomo de Abanilla, y Párroco de La Purísima
Concepción de El Palmar hasta su jubilación en 1965. Fue paladín extraordinario
de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Una lápida colocada en la fachada
de la Iglesia Parroquial de El Palmar, patentiza el aprecio y agradecimiento de
todo un pueblo a quien durante 26 años fue su Pastor. Dice así: “Los feligreses
de El Palmar a su Párroco don Miguel Hellín Navarro, 29-9-1939 – 29-9-1965”.
Fue el promotor principal de la causa de Beatificación del hoy Beato Fortunato.
Al celebrar sus Bodas de Plata al frente de la Parroquia, el
29 de septiembre de 1964, el Ayuntamiento de Murcia, por su Alcalde D. Antonio
Gómez de Cisneros, y siendo Alcalde de Barrio D. Jesús Gil García, le concedió
el Título de Hijo Adoptivo de El Palmar.
Falleció en Murcia el 27 de mayo de 1982.
MUY ILUSTRE SR. D. JOSÉ
LUJÁN GARCÍA.
José Luján
García nace en El Palmar el 1 de Marzo de 1909. Es el segundo hijo de Bartolo
del puente, panadero que trabajaba en las panaderías del pueblo, y de Carmen,
madre que murió a los 36 años, quedándose él y todos sus hermanos con su tía
Rosario. Fue con 7 años cuando José le dijo a su tía que quería ser cura. De la
mano de D. Pedro Castaño, Cura Párroco de El Palmar, ingresa en el Seminario
antes de la edad fijada, los 11 años. Su maestro Pelagio Ferrer colaboró en su
preparación.
Tenía
inteligencia y simpatía, ésta truncada por la pronta muerte de su madre. En
octubre de 1928, con 19 años, consiguió una beca para estudiar en Roma. Allí
estudió al amparo del Vaticano, se doctoró en Teología y fue ordenado sacerdote
el 25 de marzo de 1933. Obtuvo los grados de Doctor en Teología, Licenciado en
Sagrada Escritura y Bachiller en Derecho Canónigo.
A su vuelta de
Roma se encontró una situación política convulsa. Pronto estalló la Guerra
Civil cuando ejercía el cargo de Rector del Seminario. Volvió a su pueblo
refugiándose en casa de sus tíos Manuel y Dolores. Fue destinado a Valencia.
Cerca del final de la guerra lo encarcelaron en Torres de Cuarte (Valencia),
siendo liberado el 30 de marzo de 1939. De nuevo regresa a Murcia y retoma su
actividad en el Seminario.
24 de febrero de 1943 decide ser trasladado a
la Diócesis de Lérida. Allí desarrolla una labor intensa. Es nombrado Canónigo
de la Catedral de Lérida, Rector del Seminario, Confesor de las religiosas
Esclavas, Juez Prosinodal, es asesor de varias instituciones, profesor delegado
Diocesano Conciliar. Realizó una labor muy fecunda en favor de los necesitados
con la obra “A la Verdad por la Caridad” y sus charlas a través de Radio
Lérida, donde presenta una serie de programas radiofónicos semanales.
El 25 de
febrero de 1973 a las 6 de la tarde y a la edad de 64 años fallece el Padre
Luján en la ciudad de Lérida, en medio del cariño y la sincera admiración de
parte de todos los que lo conocieron y trataron. La prensa leridana se hizo
gran eco de la muerte de este palmareño ilustre. Los periódicos “La Mañana” y
el “Diario de Lérida” publicaron artículos glosando su trayectoria. En la
anilla que sujeta las flores de su nicho se puede leer su epitafio: “A la
verdad por la Caridad”. La noticia de su muerte causó profunda impresión en El
Palmar, donde era sumamente apreciado. Una calle del pueblo, desde 1976, honra
su memoria.
MENCIÓN A SACERDOTES NATIVOS
DE EL PALMAR.
El Palmar ha
dado grandes sacerdotes a la Diócesis de Cartagena:
D. Juan Manuel
Bernal Sánchez: Nacido el 14 de Junio de 1746. Fue Cura Teniente de La Alberca
y más tarde Vicario Perpetuo o Cura Propio de Corvera la Alta.
D. Antonio Gil
de Pareja y Merino: En 1801 ya era Cura Teniente de El Palmar.
D. Agustín
Montoya y León: Nacido hacia 1780. Cura Teniente y Cura Ecónomo de El Palmar.
D. Pedro
Montoya Murcia: Nacido el 23 de Julio de 1831. Fue profesor del Seminario de
San Fulgencio. Falleció en Molina de Segura, siendo Párroco de La Asunción.
D. Antonio
Montoya Murcia: Nacido el 19 de Enero de 1841. Fue sacerdote patrimoniado y
estuvo de Capellán en el Santuario de la Fuensanta.
D. José Antonio
Espinosa y Ruíz: Nacido el 21 de Junio de 1849. Fue Cura Teniente de El Palmar
durante cuarenta años.
D. Sotero
González Lerna: Nacido el 22 de Abril de 1875. Fue Profesor Superior del
Seminario de San Fulgencio de Murcia. Después pasó a Cura Ecónomo de Santiago
de Jumilla, Cura Propio de San Pedro de Alcantarilla y Cura Propio del Carmen
de Murcia, donde le sorprendió la Guerra Civil. Detenido en los primeros días
de Agosto de 1936, fue llevado a la Cárcel Provincial y en la mañana del 13 de
Septiembre fue fusilado en el patio de la Prisión. Su cadáver fue arrastrado
por las calles de Murcia y salvajemente mutilado.
D. Juan Antonio
Bernal Bernal: Nacido el 22 de Septiembre de 1887. Fue Coadjutor en San Antonio
de Mazarrón, Encarado de Cantareros y Paretón, Cura Rector de Sangonera la
Verde, y Cura Ecónomo de San Juan Bautista de Murcia. Allí le sorprendió la
Guerra Civil. Se vino a casa de sus padres en El Palmar y el 13 de agosto de
1936, a altas horas de la noche, es sacado de su casa y llevado al Puerto de la
Cadena, donde le dan muerte. Le llamaban el cura de los enfermos.
D. Miguel
Pintado Bernal: Nacido el 11 de Noviembre de 1908. Desempeñó los cargos
siguientes: Rector de los Martínez del Puerto, Párroco de La Gineta (Albacete),
Secretario particular del Obispo D. Miguel de los Santos Díaz y Gómara, Párroco
de Barrio Peral, Párroco de San Pedro de Alcantarilla, Párroco de Mazarrón,
Administrador de los Seminarios de Murcia, Capellán de los Hermanos Maristas y
Beneficiado de la Santa Iglesia Catedral de Murcia con cargo de Maestro de
Ceremonias. En 1986 fue nombrado Canónigo Honorario.
El ya
mencionado, Muy Ilustre Sr. D. José Luján García.
D. José Romero
Martínez: Nacido el 16 de Febrero de 1910. Fue Cura Encargado de Puerto
Lumbreras, Capellán de San Francisco de Lorca, Rector de Balsapintada y
Valladolises, Rector de Zarcilla de Ramos y La Paca, Ecónomo de Hoya Don
Gonzalo, Ecónomo de Monteagudo, Ecónomo de Churra y Regente de Era Alta.
D. Mariano
Carrillo Calzón: Nacido el 20 de Enero de 1927. Fue Coadjutor en Totana y en la
Asunción de Molina de Segura, Rector de los Martínez del Puerto, Ecónomo de
Alumbres, Rector de Almudema, Ecónomo de Puerto Lumbreras. Simultaneó el cargo
de Coadjutor de San Pedro de Murcia con el de Oficial de Secretaría del
Obispado.
D. Luis
González López: Nacido el 20 de Febrero de 1931. Ha sido Coadjutor de la
Asunción de Molina de Segura, rector de Baños y Mendigo, Ecónomo de Corvera,
Ecónomo de Fuente Álamo y Ecónomo de San Pedro de los Ramos. Ha ejercido como
Maestro Nacional en diversos puntos de nuestra geografía.
D. Francisco
Lerma Martínez: Nacido el 4 de Mayo de 1944. Su vida de Misionero se ha
desarrollado en Mozambique donde actualmente es Obispo. Allí ha sido Párroco en
las localidades de Niassa y Cuamba, Párroco de Massinga, Rector del Seminario
Filosófico de la Consolata en Matola y Director del Secretariado Diocesano de
Pastoral y del centro Catequístico Diocesano en Inhambane.
D. Miguel Ángel
Gil López: Nacido el 10 de Septiembre de 1944. Ha sido Superior del seminario
Menor de San José de Murcia, Cooperador en la Parroquia de La Ñora, desde 1976
Director de Secretariado Diocesano de Catequesis y entre 1987 a 1990 Director
del Secretariado Nacional de Catequesis de la Comisión Episcopal de Enseñanza.
Ha sido durante 18 años profesor de Religión, Jefe de Seminario y Miembro del
Consejo Asesor del Instituto Nacional de Bachillerato “Alfonso X El Sabio” de
Murcia.
D. Antonio
Jesús Gallego López: Nacido el 20 de Octubre de 1948. Ha sido Cura de La Paca y
Zarcilla de Ramos, Párroco de Corvera, Fortuna y El Puntal. Capellán del
Hospital Morales Meseguer y Capellán de las Agustinas. Dirige el Coro de la
Catedral.
D. José Manuel
Serrano Galván, nació en El Palmar, el 6 de Diciembre de 1973, hijo de Lorenzo
y María Eulalia. Dotado de grandes cualidades humanas y extraordinaria
inteligencia, se licenció en Lenguas Clásicas por la Universidad de Murcia y en
Teología, por la Universidad de Valencia. Tristemente fallecido en accidente de
tráfico.
D. Francisco
(Javier) Pastor Paredes, nacido en El Palmar el 5 de Mayo de 1979. Cura Párroco
de La Paca, La Parroquia y Zarcilla de Ramos en Lorca.
3. ACONTECIMIENTOS
SOBRESALIENTES EN LA HISTORIA DE LA PARROQUIA DE EL PALMAR
La historia de
El Palmar, no se podría entender, sin la importancia de la construcción de este
Lugar Sagrado, ni sin la influencia ejercida durante estos cuatro siglos de
historia en sus gentes, que se ve reflejada en el arraigo de tradiciones, sus
cantos y el siempre generoso apoyo dirigido hacia los más necesitados y
desprotegidos en la sociedad.
Dice Menéndez y
Pelayo, que el pueblo que no sabe de su historia, es pueblo condenado a
irrevocable muerte. En El Palmar, han tenido lugar acontecimientos históricos,
realmente trascendentales:
EL PALMAR, PRÍNCIPE DE LOS PUEBLOS.
Eran tiempos
tormentosos y difíciles. Murcia, nuestra querida Murcia, estaba sufriendo la
invasión de la miseria y el hambre que inundó de lágrimas los hogares de las
familias más humildes.
El Sr. Cura
Párroco D. Juan Moreno Moreno y un grupo de personas representativas del pueblo
escucharon con oídos de la fe, ese grito de los pobres afectados por la
terrible situación. El pueblo de El Palmar, siempre unido a Murcia como la uña
a la carne, no podía permanecer impasible ante tanta desgracia e inmediatamente
se entregó a tan extraordinaria tarea.
El día 27 de
febrero del año 1910, se inauguró la Tienda-Asilo (no confundamos la
Tienda-Asilo con el Asilo que años más tarde se inauguraría en la calle Mayor
de nuestro pueblo). La Tienda-Asilo nació con el propósito de remediar en la
medida de lo posible los terribles acontecimientos.
En tan solo
unos días se repartieron, completamente gratis, diecisiete mil raciones de pan
y comida y otras tantas de leche, carne, mantas y medicinas para los pobres
enfermos. En aquellos tiempos la Seguridad Social no existía como tal y las
familias tenían que pagar en la farmacia su importe íntegro.
Decir, que todo
el pueblo contribuía a la suscripción mensual permanente con que se sostenía
este providencial establecimiento benéfico.
El prestigioso
diario El Liberal publicó en aquellos días la siguiente anécdota: “[…] En el
buzón de limosnas de la Tienda-Asilo de El Palmar, que tanto bien está
haciendo, se ha encontrado un papelito escrito envolviendo 0,50 pesetas, en
calderilla, que por lo original, copiamos al pie de la letra. Dice así: “llo
soy un pobre jornalero que no gana namás que mi jornal pamisijos pero como veo
elambre que atapao elasilo y estatapando con mi pobreza alludo con
tomicorazón”.
El número de
personas necesitadas que demandaban ayuda se incrementó considerablemente en el
siguiente mes de que comenzase su andadura la noble y altruista institución.
Dada la
situación y en una de las sesiones celebrada por la Junta Directiva de la
Tienda-Asilo, se manifestó la necesidad de buscar fórmulas que les facilitasen
más ingresos para así poder hacer frente a toda la gente necesitada.
Pensaron,
entonces, los miembros de la Junta en la conveniencia de construir un coliseo
que sirviera de solaz y recreo al espíritu, a la vez, que las recaudaciones que
hubiera se destinarían a aumentar la disponibilidad económica suficiente para
hacer frente a la delicada situación.
Una vez
terminado el edificio, lo pusieron a disposición de la Tienda-Asilo, la cual lo
usufructúa mediante la condición de entregar a los Sres. Bernal el interés
módico del tres por ciento del capital invertido, siempre que la recaudación
del Teatro reportase a la Tienda-Asilo una ganancia superior al importe de los
intereses. Si no fuera así, los Sres. Bernal renuncian al interés y, además
harían un donativo al centro benéfico.
De esta manera
se construyó y funcionó el Teatro Bernal en relación con la Tienda-Asilo,
constituyéndose desde entonces en emblema y símbolo del amor de un pueblo a sus
semejantes.
El
reconocimiento a El Palmar fue unánime en todos los medios informativos de la
época. Así lo ratificaba uno de los periodistas más importantes del siglo XX,
el Sr. Pérez Villamil: “…de el lugar de El Palmar, puede decirse que por su situación
topográfica y extenso territorio ha sido en los pasados tiempos y promete ser
en los presentes ancla de seguridad del bajel de Murcia que graciosamente flota
en medio del mar de esmeraldas de su espléndida huerta”.
En los más
remotos tiempos, cuando los fértiles campos de su extensa Vega se veían
asolados por invasiones de gentes extrañas, que desde los desiertos africanos
arribaban a nuestras costas, se erigieron enriscadas fortalezas, destacándose
la inexpugnable del Puerto, para que sirviese de amparo y defensa a los hijos
de Murcia.
Más tarde,
pacificando el territorio y las invasiones extranjeras, al pie de El Palmar se
abrió un ancho cauce para que, salvando la depresión de la Huerta por ese
costado, sirviese de amparo y defensa a la riqueza de sus cultivos, como asilo
contra el estrago de sus desbordamientos e inundaciones.
Entre los
castillos del Puerto y las fauces del Reguerón se halla situado El Palmar, que,
refrigerado por los aires balsámicos de la sierra vecina, abrió muchas veces sus
brazos a los hijos de la ciudad para defenderlos de las acometidas del cólera,
hasta convertirse en asilo de salud y consuelo para los murcianos…
Tal y tan alta
es la empresa que han acometido los buenos hijos de El Palmar para cooperar a
la salvación de los intereses de la sociedad murciana, que se puede sentir
dichosos y orgullosos de haber nacido en tan fecunda tierra, que desde los
muros de sus más altos castillos hasta el fondo de sus cauces, desde su pasado
hasta su presente, ha mantenido el noble destino de ser amparo y protección de
la comarca murciana.
Y en efecto, el
día 7 de diciembre del año 1911, víspera de la Fiesta de la Purísima tuvo lugar
en El Palmar uno de esos acontecimientos que honran a los pueblos y dejan
memoria en los anales de la Historia.
En el afamado
Teatro Bernal se verificó la Gran Fiesta Literaria a la que concurrieron los
más prestigiosos escritores y poetas de la Murcia de primeros de siglo.
El escenario,
adornado artísticamente por el experto jardinero Sr. Gonzálvez, mostraba un
templete en el que destacaban unos preciosos crisantemos, a cuyo pie varias
niñas vestidas con el típico traje de la Huerta realzaban el aspecto del palco
escénico.
El Sr. Cura
Párroco, D. Juan Moreno Moreno, presidente de la fiesta, hizo el prólogo de la
velada cantando en delicados párrafos las glorias del magno acontecimiento.
Ensalzó a los literatos murcianos y al Sr. Díez Vicente, mantenedor de la
fiesta, para quien tuvo sinceros elogios. La lectura de todos los trabajos fue
seguida por el público que abarrotaba el Teatro en medio de un silencio y una
emoción extraordinaria.
A continuación
tomó la palabra el prestigioso y elocuente abogado Sr. Díez Vicente. Su
discurso fue un brillantísimo canto a la igualdad y solidaridad entre los hombres,
y como fiel ejemplo puso de manifiesto la extraordinaria obra de los hijos de
El Palmar, asegurando que nunca un pueblo había luchado tanto hasta convertirse
en la gran esperanza de los tristes hogares murcianos, víctimas de la
desolación y de la miseria.
El Palmar,
lugar de paz, de alegría y amor, había sabido enfrentarse con firmeza a la
apocalíptica y horrible bestia del hambre, amparando a los hijos de Murcia y
erigiéndose, una vez más, en magnífico paladín de la causa murciana. Como
apoteósico colofón a esta gran gala literaria tuvo lugar un acontecimiento que
llenó de sano orgullo los corazones de varias generaciones de palmareños: se
estrenó el Himno a El Palmar. El autor de la música fue el célebre compositor
D. Emilio Ramírez, que dirigió la gran orquesta, formada por ochenta
profesores, y el formidable coro, integrado por cuarenta jóvenes palmareños que
bordaron la letra de uno de los poetas más importantes que ha dado Murcia: Jara
Carrillo. Entre aplausos, lágrimas producidas por la emoción y vítores a Murcia
y El Palmar, con un público totalmente entregado y enardecido, que con su
insistencia obligó a los complacientes artistas a que repitieran el Himno hasta
cinco veces, concluyó esta gran gala. El Himno a El Palmar es un canto a la
caridad.
ASAMBLEA EUCARÍSTICA
En el mes de
Junio (días 5, 6, 7 y 8) del año 1947, siendo obispo de la Diócesis D. Miguel
de los Santos Díaz y Gómara, y Párroco de El Palmar, D. Miguel Hellín Navarro,
tuvo lugar en nuestro pueblo uno de esos acontecimientos que por su
trascendencia, dejan imperecedera huella en los anales de la historia: Se
celebró la I Asamblea Eucarística Diocesana, calificada por las autoridades
religiosas de entonces, como verdadero Congreso Eucarístico.
El Palmar se
convirtió en los días previos en un inmenso taller. Mientras los hombres se
afanaban en terminar el adecentamiento de las fachadas de los edificios y en
levantar arcos triunfales e instalar la red de iluminación, las mujeres
convirtieron sus hogares en talleres en donde confeccionaron las guirnaldas y
tapices de flores para el adorno de las calles y plazas del pueblo. La
principal labor espiritual preparatoria de los actos eucarísticos corrió a
cargo del Párroco D. Miguel Hellín Navarro, auxiliado por R. P. Ángel
Carcagente de los Capuchinos de Orihuela, auxiliados por los jóvenes de Acción
Católica y por una Comisión Ejecutiva presidida por D. Juan Bernal Aroca.
Precisamente en
estos días le fue entregada a la Parroquia una magnífica Custodia, construida
en uno de los principales talleres de orfebrería de Madrid, a base de plata,
oro y piedras preciosas, y que fue costeada por los donativos que el vecindario
entregó en su día al Párroco, y que representan la colaboración de todos los
hijos de El Palmar.
También y por
generoso desprendimiento de los hijos de D. Bartolomé Bernal, nuestra Iglesia
Parroquial, estrenó en estos días un modernísimo órgano de tubos y un copón
grande de plata donado por los fieles de El Palmar.
Así mismo fue
cambiado el pavimento de prácticamente toda la Iglesia Parroquial, poniendo en
su lugar mármol blanco y zócalo de piedra.
El viernes día
6 de Junio de 1947 y a las cinco de la mañana salió el Rosario de la Aurora con
la imagen de la Santísima Virgen del Rosario y con un extraordinario
acompañamiento. Las calles del pueblo fueron recorridas por esta grandiosa
comitiva penitencial, entonando el Santo Rosario y cánticos piadosos. Los tradicionales
“despertadores de la Aurora” actuaron también con sus cánticos embalsamando el
ambiente de piedad mariana. A las diez de la mañana, en medio de una gran
expectación se inauguró el Grupo escolar José Antonio (Escuelas Nuevas) con
existencia del Sr. Alcalde de Murcia Don Agustín Virgili. Don Miguel Hellín
bendijo las nuevas escuelas.
La recién
terminada Guerra Civil había dejado secuelas no deseables en y entre las
personas, familias y pueblos vecinos. El odio y el rencor estaban presentes en
el día a día de las gentes.
En esta
lamentable situación y cuando el mundo se encuentra sumergido entre las olas
embravecidas que él mismo ha levantado, y la débil barquilla de la sociedad
humana se ve al borde del abismo, solamente la luz de Cristo, desde el faro
esplendoroso de la Iglesia, es capaz de orientar el rumbo de la humanidad a
punto de naufragar en sus propios errores y pasiones encontradas.
Y en este
sentido, la celebración de la Asamblea Eucarística, no pudo ser más eficaz,
certera y oportuna. Una vez más, la Iglesia había iluminado conciencias y
preparado el marco adecuado, inicio de una feliz reconciliación.
El día 8 de
Junio, a las 8 de la mañana, las bandas de música invaden El Palmar y por todas
las entradas aparecen los cortejos religiosos de los pueblos vecinos y de otros
más distantes que, en medio de un delirante entusiasmo, son portadores, entre
vítores y aclamaciones, de las imágenes de sus Patronas llevadas a hombros,
para colocarlas en los altares convenientemente dispuestos.
Cuentan las
crónicas que fue hermoso el espectáculo que ofrecieron los fieles de estos
pueblos, sin incidentes y con una corrección y colaboración entre todos ellos
realmente formidable.
La luz de
Cristo había hecho el milagro. Más de 30.000 almas unidas. Nunca ha habido ni
en El palmar ni en ningún otro pueblo de España, una vivencia de fe tan intensa
y emotiva, en torno a la Eucaristía, como la que se experimentó en tan magna
Asamblea en aquel luminoso Junio de 1947.
Otro de los
frutos de tan extraordinario evento, fue la institución en nuestra Parroquia de
la Adoración Nocturna española.
Y es que El
Palmar, se ha significado siempre por ser una comunidad vanguardista, y siendo
pueblo eminentemente, pasó a serlo industrial, levantando impresionantes chimeneas
que llenaron de humo su horizonte, pero jamás fueron tan negros esos humos que
impidieran mirar al cielo a sus devotos hijos.
A renglón
seguido, me van a permitir, que proceda a la lectura de un romance anónimo, que
nos recuerda de manera sencilla y a media voz, detalles costumbristas de aquel
Palmar que se nos fue en el tiempo. Fue muy popular hace unos años y mucha
gente lo recitaba de carrerilla:
“Lugarico
de Don Juan, raíces de este
Palmar,
nacido
entre huerta y sierra;
mil
novecientos cuarenta y ocho,
Calle
Mayor, la gente que viene y va,
todas
las tiendas abiertas están.
En
el rinconcico, el Café del Perillo,
chaquetilla
corta y su pajarita,
no
hubo otro más fino;
para
servir al señorito.
Enfrente,
también Café,
la
Tía Ana María Bernal;
mesas
de truque
horchatas
frescas de San Roque,
para
señores de más edad.
Enfrente,
Roque en su tabla,
que
más que carnicero,
parece
un platero,
de
pulcro que va.
La
Catalina, vocea con gran vitalidad,
siempre
adornada con sus arracás.
Tocan
a misa, la gente viene y va,
la
Calle Mayor, muy tranquila está,
sólo
el coche de El Rayo,
y
un desvencijado carro,
que
tranquilamente a la huerta va.
Sillas
finas en la puerta de Roque,
bien
colocadas, esperando están
a
D. Mariano Espinosa, Paco el Rojo,
Jesús
el Marta y Pascual García Estañ.
En
esto sale Conchita, a ver las mozas
pasar
con
su velo puesto, compuestas y
adecentás;
a
las doce pasan las de Auxilio Social,
con
su perfecta cofia y su delantal,
Rubio
el de los cuadros, Paco Gil, Morales y el tío Juan Bernal,
entablan
una conversación, simpática
sin
igual:
los
pepinillos del Caterro,
los
michirones del tío Benigno,
de
Valentín, sus tapas
la
bodega del Bochorno y …
como
vino, el del Melguizo,
no
lo hubo otro igual.
Pasa
una mujer, moño caído, casi sin
peinar,
Roque
le dice: “Nena ven pa cá, ven pa
cá”
“compra este mondongo, barato te
lo
voy a dar”.
Ella
le responde: “No te lo puedo mercar,
pues
con este zagal voy, a comprar a la
Anica,
Harina
para hacer tortas de cebá”.
No
te preocupes, nena, otra vez será.
Desde
la tertulia le chillan:
Roque,
¿lo vendiste ya?
Está
la cosa joía, otra pasará.
Mientras
se jalean las cosas de Roque,
sigue
pasando gente, las campanas el último aun no
dan.
Y
esto fue lo que ocurrió, en 1948,
en
nuestro querido pueblo, en El Palmar.
Don Juan de
Verástegui, Señor de este lugar, era un hombre muy cristiano, acérrimo defensor
de lo que dos siglos después la Iglesia definiría como Dogma de Fe: La
Inmaculada Concepción de María y como Patrona la instaura en su señorío, en El
Palmar.
La festividad
de la Inmaculada, Patrona de El Palmar, es su fiesta grande, su fiesta mayor. Y
por esta razón el templo se ha venido vistiendo a través de los tiempos con sus
mejores galas.
Todos los años,
cuando los días son más cortos y el frío hace recogerse a grandes y chicos en
la intimidad del hogar, cuando los alegres repiques de las campanas, hoy
mecanizadas (ha desaparecido la figura del campanero) anuncian la Novena en honor
de La Purísima, como pórtico de la inminente Navidad, los palmareños han venido
celebrando su día azul, su fiesta tradicional.
Estreno de
ropas de invierno, colgaduras, luces, voces angelicales, oraciones, súplicas y
comuniones, solemnes y espectaculares sermones a cargo de oradores de la
categoría de D. Fortunato Arias, el Padre Rodríguez, Dña. Adoración Reyes, D.
Juan Hernández…
Y como acto
final de los cultos en honor de su Patrona, el paseo triunfal de María,
derramando gracias y bendiciones por las avenidas y calles de nuestro pueblo,
en medio de las filas interminables de hombres y mujeres, portando luces,
banderas, estandartes… Todo en honor de aquella que, desde hace 400 años viene
siendo la Patrona de El Palmar.
“Purísima Concepción,
en El Palmar venerada;
cuando tengo que nombrarte,
me faltan las palabras.
Te iba a decir, primavera,
te iba a decir, madrugada;
noche, pensaba decirte;
en esta noche a ti dedicada.
Te iba a decir, luz divina,
En este lugar, 1942,
coronada;
Así pensaba decirte,
Lucero de la mañana,
Que no se puede aguantar,
el resplandor de tu cara.
La Purísima Concepción,
no es obra humana;
que bajó de los Cielos,
hace cuatrocientos años,
y en este Lugar Sagrado,
una luminosa mañana”.
Después de la
larga y solemne Misa, en la Plaza de la Iglesia se felicitaba a las Conchas,
Conchitas, Inmaculadas y Concepciones, que a continuación invitaban en sus
casas a degustar los primeros turrones, cordiales y mantecados que junto con el
anís y la mistela, hacían presentir la cercana Navidad.
Y después, a
pasear los trajes y prendas de, recién estrenados, por la calle Mayor hasta La
Paloma. Otro lugar de paseo preferido por todos durante muchos años, fue el
conocido como Paseo de la Vereda, que nacía donde la finca que regentaba el Tío
Ginés de la Neta y terminaba donde actualmente está ubicada la gasolinera de
Repsol.
Con la Navidad,
se abre un paréntesis en el vértigo cotidiano, que estimula el pensamiento y
acalla la emoción. El calendario vuela hacia esas fechas cálidas de hogar y de
familia, y todo, se hace añoranza del pasado, mientras una sonrisa, apenas
esbozada, pugna por escribir con confianza un Año Nuevo.
Al celebrar
tamaña efemérides, constato, se hacen especialmente visibles los vacíos, y los
silencios resuenan como campanazos. Faltan, ante todo, los seres queridos. ¡Y
ya van siendo tantos!: padres, hermanos, abuelos, vecinos y entrañables amigos
de la Comunidad Cristiana de El Palmar…
Faltan ellos,
los lugares, los sonidos, las voces de los viejos villancicos orquestados por
aquel singular Maestro, D. Santiago García Medel, al que siempre acompañé junto
a Diego Sánchez, Juan de la Cruz, y otros compañeros y amigos.
Recuerdo como
D. Santiago templaba y preparaba con mimo, aquel viejo piano y el Armonio
(Iglesia) con el que ensayábamos villancico tras villancico, para después
cantarlos en el coro de la Iglesia Parroquial.
Antes,
dirigidos por D. Miguel Hellín, habíamos preparado aquel precioso Belén del que
recuerdo, por lo entonces novedoso, aquel pequeño riachuelo que parecía bajar
de las altas y lejanas montañas de corcho.
Desde entonces,
cada vez que la Navidad me ha permitido visitar un Belén, he visto reflejado
ese misterioso río que baja de las montañas, de donde gota a gota, fluyen los
recuerdos, impregnados de ternura, seguramente idealizados, pero hermosos, y
merecedores de un espacio privilegiado en la memoria, junto al que guarda el
corazón para esas personas imborrables, que viven por siempre en nosotros y se
hacen más presentes, o más ausentes que nunca, entre el turrón y las
guirnaldas.
De esta vereda
y de la calle Mayor, salieron no pocos noviajes y no menos matrimonios.
Mientras tanto los papás y los abuelos visitaban la no muy amplia red de
tabernas castizas y ventorrillos típicos, en los que destacaba la calidad del
buen vino, conservado en añejos barriles de roble.
No es
nostalgia, sino recuerdos de cuanto he vivido, investigué y me contaron en este
Palmar, que hoy, es muy diferente a aquel recoleto pueblo de mi niñez y
juventud.
Por sus
antiguas calles empedradas pasó, de acera a acera, toda la historia que
forjaron sus propios moradores, gentes sencillas y buenas, cuya memoria debe
estar presente en todos nosotros.
Enamorado de
aquellas calles sencillas y tranquilas, caen sobre mí, irremediablemente, los
inspirados versos del poeta:
“Yo no voy como cualquiera,
por la calle caminando;
yo me voy enamorando,
de la calle a mi manera”.
Y caminando por la calle, quisiera tener un recuerdo para
algunas de tantas personas de esta tierra, que conocí, siendo un niño y a los que tengo presentes por su bondad,
sacrificio y su comprensión para con los demás.
Fueron espejo, donde nos miramos varias generaciones. Hombres
y mujeres, que sólo tenían una palabra que sellaban con un fuerte apretón de
manos. Palmareños de raza, auténticos, unidos siempre a la razón, a la verdad y
sobre todo, al fervor profesado a Nuestra Patrona La Purísima Concepción.
ROMANCE A MI PALMAR
Quiero honrar mi humilde
pluma,
evocadora y nostálgica,
dedicando un romancillo,
a aquellos palmareños,
que nos dejaron hace años,
y que admiré desde niño.
¿Quién, sin ellos, nos
contará,
los sueños de nuestro
pueblo,
las historias y los días,
que sentados en la plaza de
la Iglesia,
tantas veces departían.
Eusebio Carrasco, el
Boqueras, Jesús Gil, Paco el Rojo, Diego Carrión;
Eleuterio Estrada, los
Espín, Rubio el de los cuadros, Pedro Ibáñez y Nicolás Salmerón.
Cuántos recuerdos
contemplamos,
qué tristeza y melancolía;
el aprecio en vuestra
mirada,
las muecas que en vuestras
manos,
fue forjando la vida;
el cansancio, esa sombra
arrugada,
de mil sudores curtida.
Antonio Estrada, los Espín,
Noguera, Enrique Gallego, Francisco Ruíz;
el Perillo, Gabriel Rizao,
Paquele, Lorente, Espinosa y Paco Gil.
¡Ay, altivos eucaliptos!
que en vuestro crecer y
crecer,
pretendéis llegar al Cielo;
llevad aquellos nuestros
saludos,
de veneración llenos,
a aquellos que nos dejaron,
¡aquellos que ya se fueron!
José Serrano, los Oliva,
Fulgencio el Rayo, la Chica, el Mata, Vicente Bernal;
José Pintado, Dolores Gómez,
Roque Carnicero, Paco Carrión y Pascual García Estañ.
Su gloria, fue gloria chica,
su misión de pueblo humilde,
su caridad manifiesta;
su labor para ellos modesta,
mas no por falta de
alientos,
para más altas empresas;
pues de palmareños cabales,
dejaron preciosas muestras.
Santiago García Medel,
Bielsa, Celdrán, Antón de las patatas, el Bochornos, la tía Ana María Bernal;
Jesús del Cariño, Alfocea,
Caterro, Encarnación del horno, Ginés de la Neta, Lorenzo y muchos que seguro
he podido olvidar.
No aspiraron al renombre,
de las figuras excelsas;
ni ambicionaron la fama,
de los genios de las letras.
Ellos que fueron de El
Palmar,
bandera a mil vientos
desplegada,
símbolo, ejemplo y emblema,
paladines de nuestra tierra
amada;
de vosotros heredamos un
lema:
Aprende el que aquí nace,
desde muy niño,
a partir con el pobre,
pan y cariño.
NAVIDAD.
El día 13 de
diciembre, festividad de Santa Lucía, se iniciaba el ciclo de las llamadas
“misas de gozo”, como pórtico o preparación a las fiestas de Navidad y
terminaban con la Misa del gallo.
Se llamaba “de
gozo” porque su celebración era anticipo de la alegría de los próximos días de
Pascua, y además, porque se ambientaba, con festivas composiciones musicales
interpretadas por instrumentos de cuerda, panderetas, castañuelas, etc.
Se decían al amanecer y la
Iglesia era insuficiente para albergar a la masiva asistencia de palmareños.
También
recuerdo aquellas Misas de “gallo”. A la hora de la Adoración del Niño, sonaba
la Noche de Paz, el Adeste Fidelis, etc., etc., poniendo el nudo en la garganta
de los palmareños asistentes al piadoso y bellísimo acto. Y había que esperar
el Gloria, momento en que se encendían todas las luces del templo, una rueda
giratoria llena de campanillas, sonaba en el Altar Mayor con arrebatadora
alegría, mientras que las campanas de la Torre, lanzaban el recado entrañable
del Nacimiento de Dios.
Han pasado
muchos años, desde que estos recuerdos de hoy, eran realidades de ayer. Pero
estoy seguro, de que la estampa recobrará vida, en estos próximos días, en los
que todo se troca en amor y fraternidad, que es lo que contiene el divino
mensaje del Dios que nace.
Con mi recuerdo
del pasado, con mi ilusión del presente, vaya, para todos ustedes, mi más
sincero y ferviente deseo de felicidad y ventura. Que así sea.
CONFERENCIA PRONUNCIADA CON MOTIVO DE LA CELEBRACIÓN DE LOS 400 AÑOS DE LA CONSTRUCCIÓN DE LA IGLESIA DE EL PALMAR.