jueves, 16 de abril de 2015

HISTORIA DE ESTE LUGAR SAGRADO



HISTORIA DE ESTE LUGAR SAGRADO
D. FRANCISCO JIMÉNEZ PÉREZ
(CRONISTA OFICIAL DE EL PALMAR)


Desde el honor, respeto y responsabilidad que me inspira participar como colaborador en los actos programados para la celebración del Cuatrocientos Aniversario de este Lugar Sagrado, bajo el amparo de nuestra Madre Purísima, me propongo aportar datos y vivencias de un Palmar o Lugar de Don Juan, con un pasado deslumbrante.

El mapa del municipio de Murcia, nos ofrece a los ojos, un panorama identificado en sí mismo, que comprende en su interior, paisajes privilegiados entre el monte y la vega. Este es el caso de nuestro Palmar, un enclave que atesora una extraordinaria historia y añejas tradiciones murcianas.

Situado en las estribaciones de las Sierras del Puerto y los Villares, actúa de cordial antesala, que despide a los murcianos que encumbran el Puerto de la Cadena hacia el litoral o recibe a quienes, desde la costa, vienen buscando los pagos huertanos que rodean a la capital.

La antigüedad de El Palmar, como pequeño núcleo de población, se remonta a la época romana, al siglo II antes de Cristo. Los numerosos hallazgos arqueológicos encontrados en la localidad y sus inmediaciones, demuestran la veracidad de su ascendencia romana.

Antes de la conquista romana, la existencia de las poblaciones hispánicas, estaba dominada por las luchas frecuentes entre ellas. La inseguridad era la causa de que los poblados surgieran en los montículos, lugares cuyo emplazamiento les suponía una garantía de protección. Con la llegada de Roma, la vida de aquellos pueblos iba a experimentar un cambio radical. La seguridad que aporta el mundo romano, hace que los asentamientos de población abandonen las colinas y se pueblen los llanos.

En el libro considerado como fundamental en la historiografía murciana, Bastistania y Contestania del Reino de Murcia, editado en el año 1794, y cuyo autor es D. Juan Lozano, Canónigo de la Iglesia de Cartagena, se sitúa a nuestro pueblo en tiempo remoto como Ciudad Romana, sobre El Palmar, que parece Tadmir. Nos dice el renombrado autor: A la distancia de una legua respecto de Murcia, y Tader: Sur algo inclinado al Sudoeste, vemos El Palmar, y al Sur de éste, sobre media legua más, el Puerto.  […] Retiene además nuestro cuerpo de ruinas, índice de la voz Tadmir y de su concepto, que llamare Palmerino. El pueblo del Palmar, por sus palmitos, y aún palmas de nuestra Vega, goza ésta su apelación. Se ve situado sino en la falda del monte del Puerto, a lo menos en su raíz; porque desde El Palmar empieza a elevarse; luego empiezan los tornos y semicírculos del Puerto.

En realidad, el palmito fue encontrado por la colonia fenicia al arribar a nuestras costas, e igualmente lo encontraron en las vertientes del río, pero con tanta abundancia que, por tal motivo, dice Fuentes y Ponte, al sitio de desembocadura del Puerto de la Cadena lo denominaron El Palmar.

Definitivamente el nombre de El Palmar está basado en la flora y los cultivos, como ocurre con otros lugares de nuestra huerta, tales como La Arboleja y El Esparragal, así como con Carrascoy.

Significar que El Palmar siempre ha contado con una carretera de primer orden, ya que fue una de las ramificaciones de la histórica Vía Augusta, que más tarde, sería sustituida por el Camino Real de las Cadenas.

Fue Señorío en el siglo XVI, con Don Juan de Verástegui como noble fundador del territorio y asiento escogido de familias, que, bajo el manto tutelar de la Purísima Concepción, poblaron unos parajes idílicos, plenos de palmeras, palmas y palmitos, que recogería, años más tarde, el inspirado Maestro Alonso en el Canto a Murcia de La Parranda.

En el censo de 1583 referido a Murcia, se hace una clara distinción de Murcia capital y los pueblos y aldeas de su huerta, con el objetivo de controlar la existencia de moriscos dispersos por tierras murcianas, que acabarían siendo expulsados durante el reinado de Felipe III. En el referido censo, aparecen diferenciados los lugares de Torre de Verástegui, con jurisdicción en la falda de la Sierra del Puerto, y El Palmar, ambos con un morisco censado. En el siglo XVI aparece El Palmar identificado dentro del territorio de Don Juan de Verástegui, y a este enclave vecinal, ya agrupado, se le denomina Lugar de Don Juan. Posteriormente, la desaparición del Señorío por falta de sucesores en línea directa, motivará el arraigo del nombre actual de El Palmar.

En el año 1594, nuestro pueblo es incluido, junto con otros, en el censo mandado hacer sobre las provincias ordinarias y partidos de la Corona de Castilla, con motivo del reparto correspondiente al Obispado de Cartagena.

Ya empieza su crecimiento demográfico, pues de los 30 vecinos (cabezas de familia) con que contaba en 1587, en poco más de dos siglos (años 1809) aumenta a 445 vecinos. Esta cifra que en sí parece insignificante, no lo es tanto, si se tiene en cuenta que de las 32 poblaciones censadas correspondientes al municipio de Murcia, El Palmar ocupaba el tercer lugar en cuanto al número de vecinos se refiere.

Queda, pues, constatado que los orígenes de la población urbana arrancan del siglo XVI. El Palmar es, en aquel entonces un pequeño lugar que pertenece al Señorío de un noble de la época: don Juan de Verástegui, nacido en Murcia con raíces vascuences, bautizado el día 19 de Octubre del año 1556, Regidor de Murcia y casado con Francisca de Rocafull, heredera del Señorío de Albatera y de la Raya. Casó en segundas nupcias con Lucrecia de Lisón y Beltrán que junto con D. Juan, aparece en la lápida colocada en la parte posterior de nuestra Iglesia Parroquial, junto con el escudo de armas, que testimonia los orígenes de El Palmar, y más concretamente de la oficialidad de la culminación de las obras de construcción de la Iglesia y de la toma de posesión del matrimonio Verástegui-Lucrecia, como Señores de El Palmar. Realmente, el Señorío de El Palmar, fue creado por el Regidor murciano Juan Vicente, considerado el más dinámico de los comisarios del Consejo Murciano de entonces, que poseía tierras y bienes por esta demarcación. No obstante, jurídicamente, este pequeño poblado o caserío no tuvo su personalidad y ordenamiento propio hasta el Siglo XVII, en que Don Juan de Verástegui se casó con Dª Lucrecia Lisón, sobrina carnal, y mandó poblar esta villa en 1615, fecha que recuerda además la expulsión de la morisma granadina del Reino de Murcia. Los restos de los Verástegui, reposan en la Capilla de San Antonio, en la Santa Iglesia Catedral de Murcia.

Debo significar que Don Juan de Verástegui, tuvo jurisdicción sobre el Lugar de El Palmar, varios años antes de lo que se refleja en la lápida de nuestra Iglesia parroquial, es decir, años antes de 1615.

Así lo prueba un documento encontrado en el Archivo de la Iglesia de Santa María de Murcia que corresponde a una Partida de Matrimonio de fecha 20 de Mayo de 1607, que dice lo siguiente: “Desposé a Diego Marchante y a Joana Melgarejo en veinte de Maio de 1607, siendo testigos Joan Fernández i Diego Martínez i Francisco Melgarejo. Viven en la Hacienda de Don Joan de Verastegui ==Beneficiado Roque Martínez”.

Está claro que Don Juan de Verástegui era el Señor del Lugar y como tal, nombró a gente de su confianza para que se encargaran de gobernar social y políticamente, su hacienda. Nuestro queridísimo Cura Párroco que fue de El Palmar, Don Jesús Belmonte, en su libro titulado “Apuntes sobre la vida religiosa en El Palmar”, nos facilita el nombre de los alcaldes que en el año 1623 ejercían su noble tarea en esta Villa: Domingo diez i seis días del mes de Julio de mil seiscientos beintitrés años, desposé y belé conforme el Santo Concilio de Trento manda, en el Lugar del Palmar, a las ocho horas de la mañana a Luis Sánchez i a Lucia López, vecinos de Aljucer. Siendo testigos Ginés Sacristán y Frco. López i Ginés de Bastida, alcaldes de la Villa de El Palmar”.

Este trascendental documento, aportado por D. Jesús, constata que el nombre de El Palmar ya convivía con el de Lugar de D. Juan de Verástegui, en vida de éste, como Señor de esta villa.

Y para culminar este hallazgo documental, transcribo literalmente la partida de matrimonio de Don Francisco Verástegui hijo de Don Juan y Doña Lucrecia. “En seis días del mes de Agosto de mil seiscientos treinta y tres años, yo Alonso Peñuela de la Cerda, beneficiado y Cura Propio parrochial en Santa María de la Ciudad de Murcia, desposé a Don Francisco Verástegui, Señor del Lugar de El Palmar, hijo de Don Juan Verástegui y Doña Lucrecia de Lisón, con Doña Guiomar Carrillo Caelho, hija de Don Pedro Carrillo Manuel y Doña Francisca Villaseñor, aviendo precedido una amonestación el dicho día y aviendo dispensado en las dos amonestaciones últimas su Sª I. Don Fr. Antonio de Trejo, Obispo de Cartagena mi Señor…”

En aquel tiempo, estaban asentadas la mayor parte de las viviendas y las más sólidas alrededor de la Iglesia, mientras que en la huerta se construían las clásicas barracas expuestas a todos los peligros, pero tan arraigadas en la huerta que se precisaron siglos para erradicarlas. En el Siglo XVIII, el Corregidor murciano D. Pedro de Reátegui ordenó la demolición de las barracas.

Esta disposición dio lugar a un romance anónimo, del que me permito leer unos versos:

El Rey tié varios palacios,
en Murcia hay ca ves más casas,
er Corregior la tiene,
ca uno vive como arcanza;
y ar fin y a la prepartía
salimos con estas ánsias;
que les ha dao por meterse
con er probe é la barraca.
Icen ques cosa der Rey
Y el Corregior lo manda,
Que es causa de munchos vagos
Que a Murcia bien de mindanga,
Icen que lo hacen por bien
Y que les demos las gracias;
Yo digo que tó está güeno
Pero qu’ejen mi barraca.
La tengo ebajo una higuera,
Junto a la cieca é Meana,
Le cantan de día los pájaros
Y por la noche las ranas;
Es fresca si hace calor,
En invierno es una manta;
Y ni er palacio del Rey
Vale más que mi barraca”.

Sustituida hoy por la cómoda vivienda funcional, lógico resulta que nadie llegue a sufrir penas de ausencia por la barraca, ya sólo válida como pieza decorativa en un paisaje, como parte museable de una escenografía, en la que, ni siquiera cabe el verso de Vicente Medina:

… me siento junto a la puerta
y, cogiendo mi guitarra,
pienso que pa mi en el mundo
tó se encierra en mi barraca”.

Anunciadas por el aviso terrible de la caracola, precisamente fueron muchas las tragedias, que aquellos sufridos palmareños hubieron de padecer como consecuencia, de las numerosas avenidas e inundaciones que se repetían con cierta frecuencia, aunque no siempre con las mismas consecuencias. Y eso, que por la proximidad de la montaña y el lógico desnivel del terreno, no siempre peligraron sus vidas, cosa que no se puede decir de otros pueblos de la huerta.

Quizás las más trágicas fueron las padecidas en 1545 y la de 1615, sin olvidar, la más tristemente famosa de todas las inundaciones, la llamada riada de San Calixto, del año 1651. El Palmar, sobre todo en su parte más cercana al Reguerón, quedó arrasado. A esta riada, le sucedió una serie de avenidas, que no daban lugar a reparar los daños ocasionados. Las campanas de la Iglesia alertaban una y otra vez a los sufridos palmareños y así un año tras otro, hasta que en 1987 se aprobó el Plan de Defensa contra avenidas, en el que se contemplaba el encauzamiento del Reguerón, con muros de hormigón en masa de seis metros de altura. Con ello, la amenaza histórica del Guadalentín ha desaparecido práctica y felizmente.  
Durante muchísimo tiempo, El Palmar ha sido un pueblo eminentemente agrícola. La cerealicultura, el olivo, y, desde el siglo XVI, la morera, con la cría del gusano de seda, han sido fundamentales para la vida de las familias. El llamado prodigio de la seda, proporcionó cuantiosos y decisivos beneficios, que aliviaron del hambre a muchos palmareños.

Cada año, El Palmar, se convertía en un primoroso mundo de labores. Calles, sendas, veredas y carriles eran un apresurado ir y venir de hombres y mujeres, mozos y mozas, y la chiquillería, cargados todos ellos con hermosos cestos y grandes sábanas repletas de hojas de morera, con cuyo jugoso pasto se satisfacía la voracidad insaciable del gusano, que crecía y dormía hasta que terminaba encerrándose en la cápsula de fino hilillo de seda.

En la segunda mitad del siglo XIX, se inicia un irreversible proceso de decadencia de la morera y de la cría del gusano de seda y su lugar lo ocupan los agrios y las hortalizas, con protagonismo para el limonero y el naranjo.

Fue a comienzos de este siglo XIX, cuando se crea el Ayuntamiento Constitucional de la Villa de El Palmar, el que tuvo mayor personalidad en la Huerta de Murcia, después del capitalino, al que sorprendentemente superaba en extensión, al igual que al resto de corporaciones municipales de la Vega. Su término municipal abarcaba 88’87 Km².

La carretera Murcia-El Palmar, que sustituía al Camino Real de las Cadenas, fue inaugurada el día 20 de Junio de 1785. Desde siempre, por esta Vía, por este Camino, por esta Carretera, distintas generaciones, gobernantes y gobernados, señores y vasallos, a pie, a caballo o en otro cualquier medio de transporte, se han adentrado en El Palmar, y respetando las canas de su tierra, han advertido la sonrisa del aire en cada una de sus calles, en donde han oído latir el antecedente que las engendró, y han admirado, ese especial y rumoroso paisaje de frescas y frondosas sombras acogedoras, la laboriosidad, nobleza y lealtad de sus gentes, lo que constituye la esencia viva de su carácter, lo bueno y lo malo, pero lo suyo, porque El Palmar ha conservado siempre, por debajo de su asfalto, ladrillos y de su cemento, esa otra estructura que como la uña a la carne, va unida a su propia identidad, porque no es cuestión de arquitectos y leyes, sino de sangre y de siglos. Y de siglos nos viene nuestra devoción a nuestra Patrona, la Purísima Concepción.


1.    IGLESIA DE LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN DE EL PALMAR.

El templo del Lugar de Don Juan no es difícil datarlo, pues una lápida de mármol, tras el camarín de la Patrona, en la calle Mayor de El Palmar, lo dice: año 1615. Ha sido restaurado en otras épocas más modernas y conserva algunas buenas esculturas en madera, estofadas y pintadas entre las que merecen ser catalogadas, un Cristo de tamaño menor que el natural, colocado en el camarín de Nuestra Señora de Los Dolores; una Purísima de la Escuela de Salzillo, situada en el Retablo Mayor; y un San José del mismo gusto artístico. A los pies de la Iglesia cerca de la puerta había un cuadro de gran tamaño que representa LOS DESPOSORIOS DE MARIA Y JOSÉ y aun cuando no estaba firmado parecía ser obra de un artista valenciano del siglo XVIII.

La Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción de El Palmar fue, en sus comienzos, Anejo de Santa María, de Murcia.

La Ermita que Don Juan de Verástegui, Regidor de Murcia, construyera en su Hacienda propia, dedicada al misterio de María en su Purísima Concepción, pronto fue elevada a la categoría de Parroquia. Así, en el año 1614, el entonces Obispo de la Diócesis de Cartagena, Don Francisco Martínez de Cisneros, erigió en el Lugar de Don Juan, El Palmar, la Parroquia de la Purísima Concepción.

A la jurisdicción de la Parroquia de El Palmar, pertenecieron otros lugares anejos, como Aljucer, Sangonera la Verde, Sangonera la Seca y San Ginés. Y durante algunos años también La Alberca. En El Palmar había un Cura Teniente con jurisdicción plena. Esta situación permaneció desde el año 1614 hasta el 1795, año en que La Purísima de El Palmar, se constituyó en Vicaria Perpetua, con Cura propio, y dejó entonces de ser Anejo de Santa María de Murcia.

ARQUITECTURA Y REFORMAS REALIZADAS.

El Archivo Parroquial data de finales del siglo XVI los Bautizos y comienzos del XVII los Matrimonios. Por lo que la Ermita-Iglesia pudo comenzarse a construir los últimos años del siglo XVI y ser finalizada en el año 1615.

La Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción es de estilo barroco. En este siglo, el barroco se encuentra en su máximo apogeo en España y en Murcia. En el caso de la Iglesia de la Purísima Concepción, se sabe que antes era una Ermita, a la que tras sucesivas intervenciones, se fueron añadiendo otros cuerpos para construir el templo que actualmente conocemos en la actualidad.

Por la época de la que estamos hablando, cabe destacar la inexistencia de crucero, predominando longitudinalmente así, la nave central y las laterales, de un extremo a otro del templo, conformando una planta rectangular. La nave central es de altura considerable y está resuelta con una bóveda de cañón con lunetos laterales con arcos de medio punto. En la bóveda de la nave central, se ubican diversos lunetos laterales, compuestos por unas pequeñas vidrieras, en las que se representan distintas imágenes y símbolos bíblicos, que también se pueden apreciar desde el exterior. Las pilastras destacan por su gran robustez y decoración sencilla. Son simétricas a una cara y ascienden hasta las tribunas. Están compuestas de una basa recubierta por un zócalo pétreo, un fuste y capitel, como elemento de coronación.

El diseño del templo tiene un carácter eminentemente funcional. Todo estaba dispuesto en función de proporcionar la más adecuada solución a la participación en el mismo por parte de los fieles. Así, la amplia y despejada nave central, permitía la acogida de una congregación numerosa, la cual podía participar del culto sin ninguna dificultad, al tratarse de un espacio muy propicio, en sus condiciones acústicas y visuales, para seguir la Misa y el sermón.

El altar mayor esta elevado sobre el suelo por un basamento escalonado de dos peldaños de mármol blanco de Macael. En el Altar Mayor, puede accederse por la derecha a la capilla Virgen del Carmen y por la izquierda a la capilla del Corazón de Jesús.

Justo a los pies del altar mayor, se encontraba una lápida, que cubre una arqueta, donde estaban depositados los restos mortales del Beato D. Fortunato Arias Sánchez, desde el año 1962. Actualmente, estos restos se encuentran depositados en una urna relicario ubicada en el retablo de la capilla del Beato Fortunato, localizada en la nave lateral, en el cuarto tramo del Evangelio, del templo palmareño.

En 1897 se realizó la primera gran intervención en la Iglesia de El Palmar dirigida por el Arquitecto D. Justo Millán. La Iglesia estaba ruinosa y hubo que derribar los techos y las bóvedas para volverlas a hacer y también se procedió a la pavimentación de todo el suelo. Datos recogidos del Archivo Municipal de Hellín y cedidos gentilmente por la señora María del Carmen Bañon.
Los solados actuales no son originales. Esto se debe a que en el año 1947, se cambió el pavimento de la mayor parte de la Iglesia, poniendo como solado, mármol blanco de Macael y zócalo de piedra, que fue puesto por los canteros y hermanos palmareños Andrés y José Pastor Bernal.

La fachada principal es una fachada sencilla, con una portada, donde se destaca el uso del ladrillo macizo. Esta fachada actual de la Iglesia de la Purísima Concepción no es la originaria del templo, siendo construida la misma, entre los años 1913-1918. Se hizo una nueva arcada, la que comprende la Cancela y el Coro con las Capillas de la Virgen del Rosario y San Roque, derivando dicha actuación en la creación de una nueva fachada, eliminando completamente la anterior y quedando así la torre campanario retranqueada respecto al plano de fachada. Posteriormente, la fachada y parte del interior del templo, hubo de ser muy restaurados tras la Guerra Civil, porque los destrozos fueron grandísimos e irrecuperables.

En la zona superior de la misma fachada nos encontramos con una hornacina, donde se encuentra situada la imagen escultórica de la Purísima Concepción. Coronando la fachada, nos encontramos con una cruz metálica, símbolo emblemático de las Iglesias Cristianas.

En la torre campanario, hay cuatro campanas que se ven desde el exterior, a través de huecos con forma de medio punto. La Campana mayor y mediana, fundidas en 1754 y 1851 respectivamente, y dos nuevas campanas colocadas en el año 1986 siendo Párroco D. Alfonso Ortíz Sánchez, que sustituyen a otras dos antiguas, que no sonaban, por estar estropeadas, una mediana llamada “Inmaculada” y otra más pequeña llamada “María de la Paz”. En las dos primeras campanas, las más antiguas del templo, aparecen inscripciones haciendo mención al cura encargado en dicho momento y al realizador de dicha Campana. En el año 1964, siendo párroco de El Palmar D. Miguel Hellín Navarro, se añadió un nuevo cuerpo a la torre de la Iglesia. Actualmente, este nuevo cuerpo, alberga en su interior, las cuatro campanas descritas con anterioridad y el nuevo reloj, puesto que el reloj antiguo fue sustituido al encontrarse afectado e inservible. En Septiembre de ese mismo año, coincidiendo con las Bodas de Plata de D. Miguel Hellín como Párroco de El Palmar, se inauguró en lo alto de la torre, un monumento al Sagrado Corazón de Jesús. Esta imagen tuvo que ser desmontada años después por peligro de desmoronamiento, ya que fue afectada por la acción de la aluminosis.

A finales de siglo XX y comienzos del XXI, se realizan dos nuevas reformas, la primera siendo Párroco D. Jesús Belmonte Rubio, consistente en la sustitución de todas las cubiertas del inmueble y la reparación de la torre, y una segunda reforma ejecutada siendo Párroco del templo D. José María Hidalgo Jiménez, con el objetivo primordial de rehabilitar interiormente el templo.

         La antigua Casa Parroquial se construyó a expensas de D. Vicente Pareja Fernández de Alarcón, en el año 1914, siendo Obispo de Cartagena el Padre Vicente Alonso y Salgado, y Párroco de ésta D. Francisco Pujalte Guirao.

ESCULTURA Y PINTURA

Elías Tormo en su libro “Levante” en 1923, nos dice sobre esta Iglesia dedicada a la Purísima: “En la Iglesia son de Roque López La Virgen del Rosario y el Crucifijo de la Sacristía; otras imágenes de Cristo, La Inmaculada y San José de la Escuela de Salzillo; en la entrada lateral del templo un cuadro de los “DESPOSORIOS”, recordando a Clemente Torres (siglo XVII) sin ser suyo y no de Cornelio Beer al que se atribuye en el inventario de 1735. De Francisco Martínez Talón en 1741 y bien inferior el cuadro de “La Apoteosis de San Ramón”.

Afortunadamente en esta parroquia de El Palmar se salvaron algunas imágenes y algún cuadro aunque los preciosos cuadros aquí descritos fueron robados o destruidos pues no existen en el templo.

El antiguo Retablo Mayor fue desaparecido en la guerra, por lo tanto el presente no es el original del templo. La parte alta del Retablo Mayor es atribuido a Antonio Caro en el primer tercio del siglo XVIII. De este retablo actual podemos destacar su grandeza y variedad en las policromías, en especial el color pan de oro; destaca en su centro una hornacina con un camarín de bóveda de cuarto de esfera en la que se sitúa la imagen de la Purísima Concepción, siendo una bella escultura en madera tallada, policromada y estofada, de 1,16 m de altura.

Situada en el Altar Mayor (Camarín Principal) del Retablo que es sin duda una Preciosa Purísima barroca atribuida al escultor y retablista Antonio Caro, según la opinión de los expertos en la Historia del Arte de la Diócesis de Cartagena. González Simancas en su Catálogo Monumental de España – Prov. Murcia de 1905-07 dice que es: “Una Purísima de la Escuela de Salzillo en el Retablo Mayor”

La Purísima sigue todavía la estética y el aire del siglo XVII, otros le ven una fuerte influencia de la Escuela Granadina, pero lo único que sabemos es que nos hallamos ante una preciosa Inmaculada barroca dentro del ámbito de la Ciudad y Reino de Murcia, levantina y enmarcada en el Reinado de Felipe V de Borbón.

La imagen representa a María adolescente, con las manos juntas a la altura del pecho, como las Purísimas andaluzas. La túnica blanca, con una estofa preciosa en dorado con galón y broche dorado a la altura del pecho. En la cintura, ciñe la artística túnica, un cinturón azul celeste y oro en forma de lazo, que enriquece mucho más el modelado de la imagen.

El manto muy movido es sujetado y rodea el brazo derecho, mientras se mueve revuelto por bajo de la cintura con una estofa plena de oro, con un borde dorado anchísimo y muy bello que imprime categoría a la Virgen. El color del manto es azul oscuro (marino) y sigue las características cromáticas concepcionistas que imponen túnica blanca y manto azul.

La Virgen pisa a la serpiente-demonio, al mismo tiempo que es herido por un precioso angelito con una flecha, arrodillado en la cabeza de uno de los 3 ó 4 querubines que forman la tradicional nube plateada también característica de las imágenes en bulto redondo de la Virgen.

La serpiente lleva en su boca la tradicional manzana bíblica y el rostro de los querubines es realmente bonito. Pero la belleza del rostro de María supera a todo el conjunto con unos cabellos bien esculpidos y un rostro muy expresivo: inocencia, pureza y dignidad.

El 8 de Diciembre de 1942, siendo Párroco D. Miguel Hellín y Coadjutor D. Mateo Ayala, y alcalde D. Antonio Estrada, en una solemne función religiosa, fue coronada la imagen de La Purísima, Patrona de El Palmar. Predicó D. José Luján García.

En 1992, siendo Párroco de ésta D. José Cervantes Gabarrón y Cooperador de la misma D. Antonio Martínez Riquelme, se celebraron las Bodas de Oro de la Coronación.

En la parte superior del antiguo Retablo Mayor se halla un precioso Ángel de aire Neoclásico –o quizás Ecléctico- del que desde debajo del Retablo se intuye bellísimo especialmente el rostro. Las alas blanquiazules y muy abiertas; en los brazos muy extendidos el derecho alzado y el izquierdo más hacia abajo, sostiene una cinta azul. Es de autor anónimo con aproximadamente un metro de altura, quizás es de finales de siglo XIX, realizado en madera policromada y estofada (dorado y plateado).

El Ángel sale de una nube plateada y está envuelto en una túnica rosa, entrelazado con un manto blanco estofado en listas doradas y verdes. La parte del cuello y las bocamangas están realizadas en oro fino.

Antiguamente, las misas y ceremonias eran dirigidas al clérigo por el Párroco del templo pero con la característica de situarse de espalda a los feligreses, sirviéndose de apoyo con la mesa situada justo en los pies del retablo. Actualmente, existe otra mesa más adelantada, con la peculiaridad de que las pilastras de la misma son parte de las columnas del antiguo Retablo Mayor del templo, destruido tras la Guerra Civil Española.

La Iglesia tiene doce capillas laterales (seis a cada lado de la nave central), las cuales tienen pasos entre ellas. En cada capilla hay una hornacina con un Santo, o Virgen.

Al entrar al templo, la primera capilla que nos encontramos en el lado del Evangelio es, la de la Virgen del Rosario, situada en una pequeña hornacina y retablo policromado con las columnas en color pan de oro y la basa de la escultura y el perímetro de la hornacina en un color rosáceo imitando el mármol. Es una tradicional imagen de vestir de 1,55 metros de altura, realizada por Roque López en 1799 dentro del estilo barroco murciano.

En el catálogo que hizo sobre las obras de Roque López el Conde de Roche dice: “Una Virgen del Rosario, de vestir –cabeza, manos, peana y devanaderas- para El Palmar por 400 Reales de Vellón” Año 1799.

En ningún momento mencionan la figura del Niño Jesús, ya que es posible que ya estuviera en la Parroquia y fuese adaptado al brazo izquierdo de la Virgen del Rosario y correspondiese a la Escuela de Salzillo o a su taller.

La corona de lujo de esta imagen del Rosario es preciosa en estilo rococó de los primeros años del siglo XIX, parece ser del taller del orfebre Senac. El rosario que tanto la Virgen como el Niño sostiene es muy antiguo en plata y otros materiales preciosos. Es procesionada los domingos de Octubre, mes del Rosario, por la madrugada en el “Rosario de la Aurora”.

La Virgen del Rosario se encuentra acompañada por las dignas esculturas de dos ángeles gemelos, que sólo se distinguen por el paño azul de pureza: Azul Marino (el del lado izquierdo) y rosa (el del lado derecho). Con unas dimensiones de 46 cm. uno y 48 cm. el otro, que podrían adscribirse cronológicamente a los años finales del siglo XVIII o pudieran ser de comienzos del XIX.

Preciosos ángeles de estilo barroco murciano plenos de gracia y belleza, que intentan imitar –aunque no en los gestos tristes- a los angelitos de La Dolorosa de Salzillo de la Iglesia de Jesús de Murcia. Plástica y estéticamente son unos ángeles elegantes y de un movimiento gracioso, con rostros expresivos y cabellos muy bien esculpidos, y en un estado de conservación maravilloso.

Se hallan a los pies de la Virgen del Rosario de Roque López (1799), aunque no aparecen en el Catalogo del Conde de Roche, ni en el “Levante” de Elías Tormo, pudiendo ser del taller de Salzillo en el último tercio del siglo XVIII. También pudieron ser añadidos a la Virgen del Rosario para magnificarla y embellecerla por parte de los Auroros del Rosario de El Palmar. Entonces podríamos decir que son de los primeros años del siglo XIX. Sea como fuere nos encontramos con 2 angelitos hermosos casi totalmente idénticos.

En segundo lugar, nos encontramos con la Capilla de Nuestra Señora de las Ánimas, que consta de un cuadro donde se refleja la misma. En la tercera capilla del Evangelio, llamada Capilla de Nuestro Padre Jesús, figura la imagen escultórica de Cristo cargando con una cruz. En el cuarto tramo de este mismo lado del Evangelio, se ubica la capilla del Beato Fortunato, en la que se representa un magnifico retablo, mención especial al ilustre párroco de El Palmar. En el mismo, se encuentra situada una urna relicario, donde se encuentran actualmente los restos de D. Fortunato. En quinto lugar, se posiciona la Capilla del Calvario, en la cual, además de encontrarse al Cristo Crucificado, se ubican varios muebles y emblemas pertenecientes a la historia eclesiástica del templo.

Como ultima capilla de esta nave, encontramos la Capilla del Corazón de Jesús, situando dicha escultura en una hornacina y actuando como retablo, unas columnas cilíndricas sustentando una viga, ambos objetos policromados en color rosáceo, de manera que se imita al mármol. Es Imagen de Cristo, señalando con su mano izquierda su Corazón abierto, y con su derecha en actitud de bendecir. Responde al modelo tradicional tan extendido en los años de la posguerra. Es de Olot. Lleva de corona en plata de ley, sobredorada. Esta imagen, cuya devoción tanto propagó D. Miguel Hellín Navarro, fue un regalo que hizo a la Parroquia de El Palmar, al acabar la guerra, el recordado médico D. Francisco Espinosa Espinosa.

En la otra nave lateral del templo, la correspondiente al lado de la Epístola, nos encontramos en primer lugar con la Capilla de San Roque, un bonito retablo, donde en su hornacina se encuentra la imagen de San Roque. Es de autor anónimo, realizado en madera policromada en pleno siglo XVIII dentro del ámbito barroco murciano. Las dimensiones son las siguientes San Roque 0,86 metros y el Ángel 0,40 metros.

Según D. Jesus Belmonte, el Santo peregrino ostenta el patronazgo de El Palmar –con la Purísima- desde tiempos de D. Juan Verastegui (S. XVII), casado en primeras nupcias con Dª Francisca Rocafull, oriunda de Montpellier, la misma ciudad del Santo.

La imagen representa al Santo del sureste francés en su tradicional y clásica iconografía, enseñando las heridas que según la tradición se las lamía un perro. Representado a la derecha –de color blanco y marrón oscuro- y que en su boca lleva el típico mendrugo de pan y a su izquierda un ángel confortando al Santo abogado de peste y epidemias –nacido en Montpellier- que es precioso y elegante que da al conjunto gran movimiento barroco y lleva un paño de inocencia azul –verdoso- mínimo que sólo tapa la zona genital.

Iconográficamente se basa en la misma fuente utilizada en el siglo XVII por Baltasar González para representar a este santo milagroso. El santo curva la cabeza a la derecha, mientras que con la misma mano señala su llaga, y la izquierda la lleva a su pecho con las chapinas típicas de los peregrinos. Sosteniendo con ambas manos la caña con la calabaza y el lazo blanco símbolo de los peregrinos a lugares santos.

En el segundo tramo, se ubica la capilla del Niño Jesús, retablo de similares características al anteriormente mencionado, donde se localiza la escultura del Niño Jesús Infante (de 5 o 6 años), de las llamadas de vestir aunque es posible que debajo haya un cuerpo bellamente esculpido. La imagen lleva una túnica blanca bordada que sólo le deja asomar aparte de cabeza y cuello, algo del pecho pies y manos.

El Beato Fortunato lo tenía en gran devoción. Sirvió de modelo a varias generaciones de niños de El Palmar. Era sacado en procesión todos los años el jueves de la Ascensión. Siempre ha sido atribuido a Sánchez Araciel, el excelente imaginero neobarroco murciano de finales del XIX. Tallado en madera policromada. Tiene una altura de 0,90 metros.

Jesús Infante bendice a los fieles con su mano derecha y con la izquierda sostiene la cruz que recuerda la muerte y pasión. Sus pies descansan en una tradicional nube plateada que sostiene una peana dorada al fuego.

Los pies descalzos en actitud de andar de este Niño Jesús perfectamente esculpido, es obra indudable del barroco murciano.

El tercer tramo lo compone el retablo que acoge en su centro a la Virgen de Fátima, denominación que da nombre a esta capilla, componiéndose también de similares características a la anterior. Imagen de vestir, de madera tallada, policromada y estofada, de 1,45 metros de altura. Es de finales del siglo pasado, obra del escultor D. Juan González Moreno, encargada por D. Miguel Hellín en los años cincuenta. La corona, en plata de ley, está jalonada por doce estrellas. Pudo salvarse de la barbarie de la guerra gracias a la familia de D. Francisco Espinosa. Imita a La Dolorosa de Salzillo. Era sacada en procesión, junto con el Cristo Crucificado, en la noche del Jueves Santo.

La cuarta capilla de esta nave la compone la imagen de San Antonio, una capilla poco ornamentada y sencilla. Imagen de madera tallada, policromada y estofada de 1,20 metros de altura, perteneciente al barroco del siglo XVIII del círculo salzillesco. Lleva tonsura franciscana y hábito de color pardo con abundantes flores de estofa Tiene en su mano izquierda el libro de la Escritura y sobre él sostiene al Niño Jesús. Representa a un fraile de aspecto juvenil, de mejilla imberbe, de seráfica mirada y de labios sonrientes, y el Niño es de una gracia y belleza excepcional. 

La quinta capilla, la de San José, consta con la imagen de San José cogiendo en sus brazos al Niño Jesús, ubicado en una sencilla hornacina. Imagen de talla en madera policromada y estofada de 1,40 metros de altura. Tiene al Niño en su brazo izquierdo y una vara de azucenas en su mano derecha. Lleva el manto recogido en la cintura con amplios pliegues a los lados. Ambas figuras están mirándose  con una dulzura infinita.

Pertenece esta obra al círculo salzillesco, barroco murciano del siglo XVIII.

En último lugar, se localiza la capilla de la Virgen del Carmen, con un magnifico y ornamentado retablo que acoge a la escultura. En esta capilla se sitúa, además, una cripta, en la cual se encuentran situados los restos de D. Vicente Pareja y Fernández de Alarcón, ilustre palmareño del siglo XIX.

La Virgen del Carmen es una bella imagen en madera tallada, de 1,40 metros de altura, con el hábito del Carmelo, sosteniendo en su mano derecha un amplio escapulario, y llevando en su brazo izquierdo al Niño Jesús también con su escapulario. El rostro de la Virgen respira una paz y armonía admirables. Es de finales de siglo XIX, y atribuida a Sánchez Araciel.


Otras imágenes conservadas en nuestra Iglesia son:

La Virgen de los Dolores. Imagen de comienzos del siglo XIX, realizada en madera policromada (1,55 m.) siguiendo la estética barroca murciana. Dolorosa tradicional murciana de las numerosísimas que se hicieron en los talleres de los discípulos y seguidores en general. Es imagen del tipo de las que se hicieron, tras la famosa Dolorosa de Salzillo de la Cofradía de Jesús de Murcia.

Cristo de las Misericordias. Imagen de Cristo Crucificado de grandes proporciones, de Olot. Fue adquirida a expensas de la Hermandad del Santísimo, tan floreciente en los años de la posguerra en la Parroquia de El Palmar. En los años ochenta se constituyó la Cofradía de Cristo Crucificado, que sacaba en procesión, en la noche del Jueves Santo, y en riguroso silencio, esta venerada imagen.

Jesús Nazareno. Imagen de vestir de Cristo cargado con la Cruz, de cierta inspiración. Es de Lozano Roca, traída a El Palmar a finales de los años cuarenta. Era sacada en procesión en Semana Santa.

San Juan. Imagen en madera tallada y policromada del joven Apóstol y Evangelista. Fue tallada en los años cincuenta para procesionar en Semana Santa.

En pintura destaca el cuadro al óleo: CUADRO DE SANTA GERTRUDIS “LA MAGNA”. De autor desconocido con unas dimensiones de 0,78 x 0,40 metros. En el tránsito del siglo XVII al XVIII. En estilo barroco murciano y discreta calidad artística y con estética tenebrista.


TRADICIÓN Y CULTURA: LOS AUROROS DE LA VIRGEN DEL ROSARIO.

         En El Palmar se conservan actualmente los ancestrales Rosarios de la Aurora, que más que una mera procesión, resulta ser una singular expresión de oración popular. El Rosario de la Aurora da comienzo a las 6,30 de la mañana de cada domingo del mes de octubre, desde la Parroquia de la Purísima, donde los auroros se reúnen al pie del altar, justo antes de rayar el alba y entonan al unísono su primer padrenuestro al tañido de la campana y alrededor de su parpadeante farol, a continuación se organiza la procesión y los auroros se dirigen a la calle cantando el Ave María, delante de la imagen de la Virgen del Rosario del escultor Roque López.

         Cada domingo el Santo Rosario se va rezando por un itinerario distinto del pueblo. Los palmareños esperan en sus casas, con las puertas abiertas y la luz encendida a que pase la imagen de la Virgen o se apostan en las bocacalles a la espera de escuchar el padrenuestro y a continuación se unen al cortejo cantando el Ave María alternativamente con los auroros, hasta completar los cinco misterios del Rosario y que culmina con la celebración de la Sagrada Eucaristía, adornada con el canto de hermosas salves. Hace unos años, Mari Baños, entonces Presidenta de la Peña, me pidió que le escribiese un poema a la Virgen del Rosario:

POESÍA A LA VIRGEN DEL ROSARIO.

María, Dulce Nombre, Rosario, Purísima
¡Cómo te queremos en El Palmar!
La Peña, Auroros, Iglesia, Todos.
Un año más, al amanecer el día,
devotos te cantamos la Salve,
embriagados de sana alegría.
Contigo recorrimos las calles de El
Palmar.
Mañanas, Octubres, Domingos, desde
siglos acá.
Generaciones enteras, no te olvidaron jamás.
Padre Nuestro y Salves, te cantamos, María,
que más pura que tú, solo Dios,
no nos niegues, Divina Señora,
tu amorosa y eficaz protección:
para que se acaben las desdichas,
para que el mundo viva mejor,
para erradicar la mentira, el odio y rencor,
para que construamos un mundo nuevo,
inspirados en tu amor.
Hoy, mañana, como hace siglos ya:
¡María, Aurora, Rosario, Purísima!
¡Cuánto te queremos en El Palmar!

HERMANDAD DE LA PURÍSIMA

El 8 de diciembre de 2013 fue el día grande de esta recién creada Hermandad. Aunque muchos de estos hermanos y fieles devotos de la Purísima llevaban años portando su trono, esa fecha fue la primera vez que lo hacían oficialmente como Hermandad.

En la sagrada Eucaristía del día de la Purísima, después de que el Sr. Párroco leyera el Evangelio, todos los Hermanos fueron pasando a besar la medalla de la Purísima, siendo presentados por primera vez ante la Asamblea. Don Andrés, dedicó unas bonitas y emotivas palabras de aliento, para que este día no sea olvidado y tenga continuidad en el tiempo.

Este día, además fue especial, porque fue interpretado oficialmente por el coro de nuestra Iglesia, el Himno dedicado a nuestra Patrona, La Purísima Concepción, con letra del Reverendo Miguel Ángel Gil López y música a cargo del Reverendo Antonio Jesús Gallego López.

DATOS CURIOSOS DEL ARCHIVO DE LA PARROQUIA DE LA PURÍSIMA DE EL PALMAR.

El primer libro de Bautismos comienza el dos de enero de 1667 con la partida de María, hija de Andrés Martínez y de maría Campillo. Termina el 30 de Octubre de 1693 con la partida de Águeda, hija de Felipe González y de Ana Balsalobre.

En abril de 1795 la parroquia de El Palmar deja de ser anejo de la de Santa María de Murcia, y se constituye en Vicaría Perpetua. Su primer Vicario Perpetuo o Cura Propio es D. Antonio Anguiano.

El primer libro de matrimonios comienza el 26 de junio de 1667 con la partida de Juan Soler Mora y Sebastiana Martínez Melgarejo. Firma D. Andrés Martínez de Yeste. Termina con la partida de Diego Abellán Riber y Marta Martínez Gil. Firma D. Bernardino Hernández Siles.

El primer libro de Defunciones que existe comienza el 10 de noviembre de 1786 con el enterramiento de Pedro Fernández Guillamón. Termina el 9 de octubre de 1804 con la partida de Ginés del Baño Ortíz.

El 28 de noviembre de 1891 fue bendecida e inaugurada la Capilla de Sangonera la Seca, llamada la Ermita Roca por haber sido erigida por D. Gabriel Roca. Era anejo de El Palmar.

En la terrible epidemia que sufrió El Palmar en 1811 murieron 350 personas, entre ellas el propio Cura Párroco y Primer Vicario Perpetuo D. Antonio Anguiano.

D. Fortunato Arias Sánchez estampa su primera firma en este Archivo el 12 de febrero de 1926 con ocasión del matrimonio de José Campillo Martínez con María Lajarín Martínez. Sus dos últimas firmas están recogidas el 15 de septiembre de 1935 en el Bautismo de José Antonio Hernández Galindo y en el Matrimonio de Francisco Iniesta Fraisinos con Antonia Caballero Martínez.

Doña Petra Sánchez López, madre de D. Fortunato Arias Sánchez, recibe cristiana sepultura en el Cementerio de El Palmar el 7 de mayo de 1933.


2.    PERSONAS SOBRESALIENTES EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA DE EL PALMAR.

D. FORTUNATO ARIAS SÁNCHEZ

Don Fortunato firmó la Parroquia de La Purísima de El Palmar y le fue asignada. La toma de posesión tuvo lugar en enero del año 1926. El sacerdote D. Fortunato irá, desde este momento, unido al nombre de El Palmar. Y pasados los años, una aureola de gloria rodeará la figura santa del buen Párroco, y será motivo de júbilo para esta villa. No se concibe la historia de El Palmar sin la presencia de D. Fortunato Arias Sánchez en los tiempos modernos… El Palmar y D. Fortunato no pueden ya separarse: nueve años de fecunda y maravillosa vida sacerdotal.

Hacer una síntesis de su labor, al frente de esta porción de la grey del Señor, es punto menos que imposible. D. Fortunato supo hacer que su vida sacerdotal fuera un abrazo estrecho, de una santidad no común, con una actividad apostólica sencillamente extraordinaria.

No sabemos qué diría Don Fortunato, si levantara ahora del silencio de su sepulcro, ubicado en la capilla dedicada al Beato, en la Iglesia Parroquial de El Palmar. Humilde entre los humildes, acaso extrañara el aire lleno de su gloria, porque él nunca había buscado el propio levantamiento y siempre huyó del aplauso y la alabanza.

En él se cumplió el viejo aforismo de la Escritura Sagrada: Dios levanta y ensalza a los humildes. Y pregona sus nombres a los cuatro vientos de la Tierra. Porque supieron dar a Dios lo que de Dios era, Dios les concede ahora lo que en sana justicia les corresponde.

Don Fortunato Arias nos ofrece el ejemplo de un sacerdote sencillamente santo. Dedicó su vida y la dio para enseñar a todos la verdad de la Fe, y la verdad religiosa no se enseña nunca más digna y eficazmente, que cuando va acompañada y regida de la virtud, según el adagio: “Las palabras conmueven pero los ejemplos arrastran”. Su vida fue un fiel y práctico reflejo de la Ley Evangélica que predicó.

Desde su más tierna infancia, empezó a desenvolverse en un ambiente familiar de un idílico poético y con un espíritu eminentemente cristiano, que le hacía elevarse y aparecer ante todos como una antorcha que arde, como un ciprés que crece, en la contemplación y deseos de los más altos ideales: “Deseo con todas mis fuerzas llegar a dios y vivir en Dios, pero soy tan poca cosa…”.

Su vida seminarística transcurrió en la limpia línea de una esmerada conducta. Parecía estar puesto entre los demás para servir de ejemplo y fiel modelo de las virtudes que deben adornar a los futuros Ministros de Dios.

La endeblez de su cuerpo, herido en sus fuentes vitales, no obstaculizó su santidad, que crecía cada día más. Siervo bueno y fiel en el Seminario de San Fulgencio, como alumno y Superior, manejó diligente los talentos que Dios pusiera en sus manos, cargando sobre sus hombros la cruz del Redentor, al que siguió paso a paso.

Dios le sacó de su escondida humildad para que fuese resplandor que iluminara a palmareños y hellineros, haciendo prácticas en sí las palabras de Pablo: “Todo para todos, para ganarlos a todos”.

Pero su vida no fue sólo la de un sacerdote apóstol, sino también la de un mártir. En ella se dejaba entrever la voluntad de Dios, que pensaba hacer germinar en su siervo la flor del martirio del que su vida sólo era el preludio. Dios quiso prepararle una muerte que coronase su vida ejemplar. Murió perdonando. Murió como los grandes mártires de la Iglesia. Si hoy se proclamara a los santos por aclamación del pueblo, estaría en los altares. Decía un sacerdote, alumno suyo: “Los trámites para canonizarlo serán muy lentos, pero en el corazón de todos los que le conocimos, está ya canonizado”.

En Hellín, donde se levantó una cruz por la que peregrinan infinidad de personas, muchas de las cuales confiesan haber recibido favores mediante su intercesión, y en El Palmar, donde se guardan como tesoro y reliquia, los restos de tan singular Siervo de Dios, al cabo de tantos años, su recuerdo es como recién ocurrida su muerte y hasta los niños saben quién fue Don Fortunato.

El día 9 de Septiembre de 1939, fueron trasladados desde Hellín, los restos de D. Fortunato Arias Sánchez a este pueblo de El Palmar. Desde mucho tiempo antes era imposible el tránsito por las calles y plaza adyacentes a la Iglesia. Imposible la entrada al templo. La Parroquia, juntamente con el pueblo, salió a esperar los retos de su amado Párroco al Barrio de la Victoria. Cuando hizo su aparición el cortejo a la altura del Puente del Reguerón, solamente las campanas hablaban. Un silencio extremo y reverencial se había extendido por toda la Villa de El Palmar.

Todas las casas del trayecto aparecían con colgaduras negras. Los balcones y ventanas están repletos de mujeres que cubren las cabezas con mantillas y velos, mientras desgranan rezos entre lágrimas silenciosas.

Las bocacalles repletas de gente, como en los días de gran solemnidad. De cuando en cuando, rompe el silencio una exclamación o un gemido en alta voz.

La comitiva recorrió las calles principales de la población para, a través de la calle Mayor, terminar haciendo su entrada en la Iglesia, que aparecía adornada con colgaduras negras.

Eran las siete de la tarde del día 9 de septiembre del año 1939. Para llevar el féretro hasta el presbiterio, se desiste de la idea de entrarlo en hombros. Y se va pasando de unas manos a otras, a través de la gran nave central. En el centro se colocó un túmulo o catafalco, rodeado de flores, banderas y cirios.

Durante toda la noche, el pueblo entero pasó por la Iglesia, donde se había organizado un turno de vela. Al día siguiente, a las diez de la mañana, tuvo lugar el solemne funeral. Pronunció la Oración fúnebre D. Saturnino Fernández, Magistral de la S.I. Catedral. La Misa la celebró D. Miguel Hellín Navarro, Cura Propio de ésta. Se interpretó la Misa de Réquiem del Maestro Perosi.

Seguidamente se organizó el traslado al Cementerio, en forma procesional. Fue enterrado en el panteón propiedad de la familia de D. Jesús Bernal, del que hubo que sacarle, poco tiempo después, debido al inesperado fallecimiento de un hijo del piadoso industrial.

Las autoridades palmareñas pidieron entonces la autorización oportuna, para que el cuerpo de D. Fortunato Arias reposara en la Iglesia Parroquial. No hacían con esto, sino recoger un anhelo popular, enormemente sentido: el de tenerlo siempre en medio de la vida de El Palmar.

Los restos de D. Fortunato, fueron colocados por su antiguo sacristán, D. Antonio Alfocea, en una arqueta de madera de pino, como de un metro de longitud, que hizo el feligrés de ésta, D. Diego López Vivancos, quedando ubicada bajo la peana de la Virgen del Rosario, en cuya Capilla se estaban efectuando obras de restauración, por causa de los destrozos habidos durante la Guerra Civil.

Allí quedaron ocultos a la vista del público, con un tabique fuerte de medio ladrillo, hasta que el día 8 de Diciembre de 1962, fueron depositados en el centro de la Iglesia, al pie del Altar Mayor. Hoy sus restos se encuentran en una urna relicario situada en la Capilla dedicada al Beato Fortunato de nuestra Parroquia. Nuestra Comunidad reza para que pronto sea Canonizado.

D. MIGUEL HELLÍN NAVARRO

         Nació en Javalí Viejo el 7 de junio de 1890. Inició sus estudios con los Padres Jesuitas de Granada. Fue ordenado sacerdote el 26 de octubre de 1919. Desempeñó los siguientes cargos: Cura Rector de Los Martínez del Puerto, Párroco de Barqueros, Ecónomo de Abanilla, y Párroco de La Purísima Concepción de El Palmar hasta su jubilación en 1965. Fue paladín extraordinario de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Una lápida colocada en la fachada de la Iglesia Parroquial de El Palmar, patentiza el aprecio y agradecimiento de todo un pueblo a quien durante 26 años fue su Pastor. Dice así: “Los feligreses de El Palmar a su Párroco don Miguel Hellín Navarro, 29-9-1939 – 29-9-1965”. Fue el promotor principal de la causa de Beatificación del hoy Beato Fortunato.

         Al celebrar sus Bodas de Plata al frente de la Parroquia, el 29 de septiembre de 1964, el Ayuntamiento de Murcia, por su Alcalde D. Antonio Gómez de Cisneros, y siendo Alcalde de Barrio D. Jesús Gil García, le concedió el Título de Hijo Adoptivo de El Palmar.

         Falleció en Murcia el 27 de mayo de 1982.

MUY ILUSTRE SR. D. JOSÉ LUJÁN GARCÍA.

José Luján García nace en El Palmar el 1 de Marzo de 1909. Es el segundo hijo de Bartolo del puente, panadero que trabajaba en las panaderías del pueblo, y de Carmen, madre que murió a los 36 años, quedándose él y todos sus hermanos con su tía Rosario. Fue con 7 años cuando José le dijo a su tía que quería ser cura. De la mano de D. Pedro Castaño, Cura Párroco de El Palmar, ingresa en el Seminario antes de la edad fijada, los 11 años. Su maestro Pelagio Ferrer colaboró en su preparación.

Tenía inteligencia y simpatía, ésta truncada por la pronta muerte de su madre. En octubre de 1928, con 19 años, consiguió una beca para estudiar en Roma. Allí estudió al amparo del Vaticano, se doctoró en Teología y fue ordenado sacerdote el 25 de marzo de 1933. Obtuvo los grados de Doctor en Teología, Licenciado en Sagrada Escritura y Bachiller en Derecho Canónigo.

A su vuelta de Roma se encontró una situación política convulsa. Pronto estalló la Guerra Civil cuando ejercía el cargo de Rector del Seminario. Volvió a su pueblo refugiándose en casa de sus tíos Manuel y Dolores. Fue destinado a Valencia. Cerca del final de la guerra lo encarcelaron en Torres de Cuarte (Valencia), siendo liberado el 30 de marzo de 1939. De nuevo regresa a Murcia y retoma su actividad en el Seminario.

 24 de febrero de 1943 decide ser trasladado a la Diócesis de Lérida. Allí desarrolla una labor intensa. Es nombrado Canónigo de la Catedral de Lérida, Rector del Seminario, Confesor de las religiosas Esclavas, Juez Prosinodal, es asesor de varias instituciones, profesor delegado Diocesano Conciliar. Realizó una labor muy fecunda en favor de los necesitados con la obra “A la Verdad por la Caridad” y sus charlas a través de Radio Lérida, donde presenta una serie de programas radiofónicos semanales.

El 25 de febrero de 1973 a las 6 de la tarde y a la edad de 64 años fallece el Padre Luján en la ciudad de Lérida, en medio del cariño y la sincera admiración de parte de todos los que lo conocieron y trataron. La prensa leridana se hizo gran eco de la muerte de este palmareño ilustre. Los periódicos “La Mañana” y el “Diario de Lérida” publicaron artículos glosando su trayectoria. En la anilla que sujeta las flores de su nicho se puede leer su epitafio: “A la verdad por la Caridad”. La noticia de su muerte causó profunda impresión en El Palmar, donde era sumamente apreciado. Una calle del pueblo, desde 1976, honra su memoria.

MENCIÓN A SACERDOTES NATIVOS DE EL PALMAR.

El Palmar ha dado grandes sacerdotes a la Diócesis de Cartagena:

D. Juan Manuel Bernal Sánchez: Nacido el 14 de Junio de 1746. Fue Cura Teniente de La Alberca y más tarde Vicario Perpetuo o Cura Propio de Corvera la Alta.

D. Antonio Gil de Pareja y Merino: En 1801 ya era Cura Teniente de El Palmar.

D. Agustín Montoya y León: Nacido hacia 1780. Cura Teniente y Cura Ecónomo de El Palmar.

D. Pedro Montoya Murcia: Nacido el 23 de Julio de 1831. Fue profesor del Seminario de San Fulgencio. Falleció en Molina de Segura, siendo Párroco de La Asunción.

D. Antonio Montoya Murcia: Nacido el 19 de Enero de 1841. Fue sacerdote patrimoniado y estuvo de Capellán en el Santuario de la Fuensanta.

D. José Antonio Espinosa y Ruíz: Nacido el 21 de Junio de 1849. Fue Cura Teniente de El Palmar durante cuarenta años.

D. Sotero González Lerna: Nacido el 22 de Abril de 1875. Fue Profesor Superior del Seminario de San Fulgencio de Murcia. Después pasó a Cura Ecónomo de Santiago de Jumilla, Cura Propio de San Pedro de Alcantarilla y Cura Propio del Carmen de Murcia, donde le sorprendió la Guerra Civil. Detenido en los primeros días de Agosto de 1936, fue llevado a la Cárcel Provincial y en la mañana del 13 de Septiembre fue fusilado en el patio de la Prisión. Su cadáver fue arrastrado por las calles de Murcia y salvajemente mutilado.

D. Juan Antonio Bernal Bernal: Nacido el 22 de Septiembre de 1887. Fue Coadjutor en San Antonio de Mazarrón, Encarado de Cantareros y Paretón, Cura Rector de Sangonera la Verde, y Cura Ecónomo de San Juan Bautista de Murcia. Allí le sorprendió la Guerra Civil. Se vino a casa de sus padres en El Palmar y el 13 de agosto de 1936, a altas horas de la noche, es sacado de su casa y llevado al Puerto de la Cadena, donde le dan muerte. Le llamaban el cura de los enfermos.

D. Miguel Pintado Bernal: Nacido el 11 de Noviembre de 1908. Desempeñó los cargos siguientes: Rector de los Martínez del Puerto, Párroco de La Gineta (Albacete), Secretario particular del Obispo D. Miguel de los Santos Díaz y Gómara, Párroco de Barrio Peral, Párroco de San Pedro de Alcantarilla, Párroco de Mazarrón, Administrador de los Seminarios de Murcia, Capellán de los Hermanos Maristas y Beneficiado de la Santa Iglesia Catedral de Murcia con cargo de Maestro de Ceremonias. En 1986 fue nombrado Canónigo Honorario.

El ya mencionado, Muy Ilustre Sr. D. José Luján García.

D. José Romero Martínez: Nacido el 16 de Febrero de 1910. Fue Cura Encargado de Puerto Lumbreras, Capellán de San Francisco de Lorca, Rector de Balsapintada y Valladolises, Rector de Zarcilla de Ramos y La Paca, Ecónomo de Hoya Don Gonzalo, Ecónomo de Monteagudo, Ecónomo de Churra y Regente de Era Alta.

D. Mariano Carrillo Calzón: Nacido el 20 de Enero de 1927. Fue Coadjutor en Totana y en la Asunción de Molina de Segura, Rector de los Martínez del Puerto, Ecónomo de Alumbres, Rector de Almudema, Ecónomo de Puerto Lumbreras. Simultaneó el cargo de Coadjutor de San Pedro de Murcia con el de Oficial de Secretaría del Obispado.

D. Luis González López: Nacido el 20 de Febrero de 1931. Ha sido Coadjutor de la Asunción de Molina de Segura, rector de Baños y Mendigo, Ecónomo de Corvera, Ecónomo de Fuente Álamo y Ecónomo de San Pedro de los Ramos. Ha ejercido como Maestro Nacional en diversos puntos de nuestra geografía.

D. Francisco Lerma Martínez: Nacido el 4 de Mayo de 1944. Su vida de Misionero se ha desarrollado en Mozambique donde actualmente es Obispo. Allí ha sido Párroco en las localidades de Niassa y Cuamba, Párroco de Massinga, Rector del Seminario Filosófico de la Consolata en Matola y Director del Secretariado Diocesano de Pastoral y del centro Catequístico Diocesano en Inhambane.

D. Miguel Ángel Gil López: Nacido el 10 de Septiembre de 1944. Ha sido Superior del seminario Menor de San José de Murcia, Cooperador en la Parroquia de La Ñora, desde 1976 Director de Secretariado Diocesano de Catequesis y entre 1987 a 1990 Director del Secretariado Nacional de Catequesis de la Comisión Episcopal de Enseñanza. Ha sido durante 18 años profesor de Religión, Jefe de Seminario y Miembro del Consejo Asesor del Instituto Nacional de Bachillerato “Alfonso X El Sabio” de Murcia.

D. Antonio Jesús Gallego López: Nacido el 20 de Octubre de 1948. Ha sido Cura de La Paca y Zarcilla de Ramos, Párroco de Corvera, Fortuna y El Puntal. Capellán del Hospital Morales Meseguer y Capellán de las Agustinas. Dirige el Coro de la Catedral.

D. José Manuel Serrano Galván, nació en El Palmar, el 6 de Diciembre de 1973, hijo de Lorenzo y María Eulalia. Dotado de grandes cualidades humanas y extraordinaria inteligencia, se licenció en Lenguas Clásicas por la Universidad de Murcia y en Teología, por la Universidad de Valencia. Tristemente fallecido en accidente de tráfico.

D. Francisco (Javier) Pastor Paredes, nacido en El Palmar el 5 de Mayo de 1979. Cura Párroco de La Paca, La Parroquia y Zarcilla de Ramos en Lorca.


3.    ACONTECIMIENTOS SOBRESALIENTES EN LA HISTORIA DE LA PARROQUIA DE EL PALMAR

La historia de El Palmar, no se podría entender, sin la importancia de la construcción de este Lugar Sagrado, ni sin la influencia ejercida durante estos cuatro siglos de historia en sus gentes, que se ve reflejada en el arraigo de tradiciones, sus cantos y el siempre generoso apoyo dirigido hacia los más necesitados y desprotegidos en la sociedad.

Dice Menéndez y Pelayo, que el pueblo que no sabe de su historia, es pueblo condenado a irrevocable muerte. En El Palmar, han tenido lugar acontecimientos históricos, realmente trascendentales:

EL PALMAR, PRÍNCIPE DE LOS PUEBLOS.

Eran tiempos tormentosos y difíciles. Murcia, nuestra querida Murcia, estaba sufriendo la invasión de la miseria y el hambre que inundó de lágrimas los hogares de las familias más humildes.

El Sr. Cura Párroco D. Juan Moreno Moreno y un grupo de personas representativas del pueblo escucharon con oídos de la fe, ese grito de los pobres afectados por la terrible situación. El pueblo de El Palmar, siempre unido a Murcia como la uña a la carne, no podía permanecer impasible ante tanta desgracia e inmediatamente se entregó a tan extraordinaria tarea.

El día 27 de febrero del año 1910, se inauguró la Tienda-Asilo (no confundamos la Tienda-Asilo con el Asilo que años más tarde se inauguraría en la calle Mayor de nuestro pueblo). La Tienda-Asilo nació con el propósito de remediar en la medida de lo posible los terribles acontecimientos.

En tan solo unos días se repartieron, completamente gratis, diecisiete mil raciones de pan y comida y otras tantas de leche, carne, mantas y medicinas para los pobres enfermos. En aquellos tiempos la Seguridad Social no existía como tal y las familias tenían que pagar en la farmacia su importe íntegro.

Decir, que todo el pueblo contribuía a la suscripción mensual permanente con que se sostenía este providencial establecimiento benéfico.

El prestigioso diario El Liberal publicó en aquellos días la siguiente anécdota: “[…] En el buzón de limosnas de la Tienda-Asilo de El Palmar, que tanto bien está haciendo, se ha encontrado un papelito escrito envolviendo 0,50 pesetas, en calderilla, que por lo original, copiamos al pie de la letra. Dice así: “llo soy un pobre jornalero que no gana namás que mi jornal pamisijos pero como veo elambre que atapao elasilo y estatapando con mi pobreza alludo con tomicorazón”.

El número de personas necesitadas que demandaban ayuda se incrementó considerablemente en el siguiente mes de que comenzase su andadura la noble y altruista institución.

Dada la situación y en una de las sesiones celebrada por la Junta Directiva de la Tienda-Asilo, se manifestó la necesidad de buscar fórmulas que les facilitasen más ingresos para así poder hacer frente a toda la gente necesitada.

Pensaron, entonces, los miembros de la Junta en la conveniencia de construir un coliseo que sirviera de solaz y recreo al espíritu, a la vez, que las recaudaciones que hubiera se destinarían a aumentar la disponibilidad económica suficiente para hacer frente a la delicada situación.

Una vez terminado el edificio, lo pusieron a disposición de la Tienda-Asilo, la cual lo usufructúa mediante la condición de entregar a los Sres. Bernal el interés módico del tres por ciento del capital invertido, siempre que la recaudación del Teatro reportase a la Tienda-Asilo una ganancia superior al importe de los intereses. Si no fuera así, los Sres. Bernal renuncian al interés y, además harían un donativo al centro benéfico.

De esta manera se construyó y funcionó el Teatro Bernal en relación con la Tienda-Asilo, constituyéndose desde entonces en emblema y símbolo del amor de un pueblo a sus semejantes.

El reconocimiento a El Palmar fue unánime en todos los medios informativos de la época. Así lo ratificaba uno de los periodistas más importantes del siglo XX, el Sr. Pérez Villamil: “…de el lugar de El Palmar, puede decirse que por su situación topográfica y extenso territorio ha sido en los pasados tiempos y promete ser en los presentes ancla de seguridad del bajel de Murcia que graciosamente flota en medio del mar de esmeraldas de su espléndida huerta”.

En los más remotos tiempos, cuando los fértiles campos de su extensa Vega se veían asolados por invasiones de gentes extrañas, que desde los desiertos africanos arribaban a nuestras costas, se erigieron enriscadas fortalezas, destacándose la inexpugnable del Puerto, para que sirviese de amparo y defensa a los hijos de Murcia.

Más tarde, pacificando el territorio y las invasiones extranjeras, al pie de El Palmar se abrió un ancho cauce para que, salvando la depresión de la Huerta por ese costado, sirviese de amparo y defensa a la riqueza de sus cultivos, como asilo contra el estrago de sus desbordamientos e inundaciones.

Entre los castillos del Puerto y las fauces del Reguerón se halla situado El Palmar, que, refrigerado por los aires balsámicos de la sierra vecina, abrió muchas veces sus brazos a los hijos de la ciudad para defenderlos de las acometidas del cólera, hasta convertirse en asilo de salud y consuelo para los murcianos…

Tal y tan alta es la empresa que han acometido los buenos hijos de El Palmar para cooperar a la salvación de los intereses de la sociedad murciana, que se puede sentir dichosos y orgullosos de haber nacido en tan fecunda tierra, que desde los muros de sus más altos castillos hasta el fondo de sus cauces, desde su pasado hasta su presente, ha mantenido el noble destino de ser amparo y protección de la comarca murciana.

Y en efecto, el día 7 de diciembre del año 1911, víspera de la Fiesta de la Purísima tuvo lugar en El Palmar uno de esos acontecimientos que honran a los pueblos y dejan memoria en los anales de la Historia.

En el afamado Teatro Bernal se verificó la Gran Fiesta Literaria a la que concurrieron los más prestigiosos escritores y poetas de la Murcia de primeros de siglo.

El escenario, adornado artísticamente por el experto jardinero Sr. Gonzálvez, mostraba un templete en el que destacaban unos preciosos crisantemos, a cuyo pie varias niñas vestidas con el típico traje de la Huerta realzaban el aspecto del palco escénico.

El Sr. Cura Párroco, D. Juan Moreno Moreno, presidente de la fiesta, hizo el prólogo de la velada cantando en delicados párrafos las glorias del magno acontecimiento. Ensalzó a los literatos murcianos y al Sr. Díez Vicente, mantenedor de la fiesta, para quien tuvo sinceros elogios. La lectura de todos los trabajos fue seguida por el público que abarrotaba el Teatro en medio de un silencio y una emoción extraordinaria.

A continuación tomó la palabra el prestigioso y elocuente abogado Sr. Díez Vicente. Su discurso fue un brillantísimo canto a la igualdad y solidaridad entre los hombres, y como fiel ejemplo puso de manifiesto la extraordinaria obra de los hijos de El Palmar, asegurando que nunca un pueblo había luchado tanto hasta convertirse en la gran esperanza de los tristes hogares murcianos, víctimas de la desolación y de la miseria.

El Palmar, lugar de paz, de alegría y amor, había sabido enfrentarse con firmeza a la apocalíptica y horrible bestia del hambre, amparando a los hijos de Murcia y erigiéndose, una vez más, en magnífico paladín de la causa murciana. Como apoteósico colofón a esta gran gala literaria tuvo lugar un acontecimiento que llenó de sano orgullo los corazones de varias generaciones de palmareños: se estrenó el Himno a El Palmar. El autor de la música fue el célebre compositor D. Emilio Ramírez, que dirigió la gran orquesta, formada por ochenta profesores, y el formidable coro, integrado por cuarenta jóvenes palmareños que bordaron la letra de uno de los poetas más importantes que ha dado Murcia: Jara Carrillo. Entre aplausos, lágrimas producidas por la emoción y vítores a Murcia y El Palmar, con un público totalmente entregado y enardecido, que con su insistencia obligó a los complacientes artistas a que repitieran el Himno hasta cinco veces, concluyó esta gran gala. El Himno a El Palmar es un canto a la caridad.


ASAMBLEA EUCARÍSTICA

En el mes de Junio (días 5, 6, 7 y 8) del año 1947, siendo obispo de la Diócesis D. Miguel de los Santos Díaz y Gómara, y Párroco de El Palmar, D. Miguel Hellín Navarro, tuvo lugar en nuestro pueblo uno de esos acontecimientos que por su trascendencia, dejan imperecedera huella en los anales de la historia: Se celebró la I Asamblea Eucarística Diocesana, calificada por las autoridades religiosas de entonces, como verdadero Congreso Eucarístico.

El Palmar se convirtió en los días previos en un inmenso taller. Mientras los hombres se afanaban en terminar el adecentamiento de las fachadas de los edificios y en levantar arcos triunfales e instalar la red de iluminación, las mujeres convirtieron sus hogares en talleres en donde confeccionaron las guirnaldas y tapices de flores para el adorno de las calles y plazas del pueblo. La principal labor espiritual preparatoria de los actos eucarísticos corrió a cargo del Párroco D. Miguel Hellín Navarro, auxiliado por R. P. Ángel Carcagente de los Capuchinos de Orihuela, auxiliados por los jóvenes de Acción Católica y por una Comisión Ejecutiva presidida por D. Juan Bernal Aroca.

Precisamente en estos días le fue entregada a la Parroquia una magnífica Custodia, construida en uno de los principales talleres de orfebrería de Madrid, a base de plata, oro y piedras preciosas, y que fue costeada por los donativos que el vecindario entregó en su día al Párroco, y que representan la colaboración de todos los hijos de El Palmar.

También y por generoso desprendimiento de los hijos de D. Bartolomé Bernal, nuestra Iglesia Parroquial, estrenó en estos días un modernísimo órgano de tubos y un copón grande de plata donado por los fieles de El Palmar.

Así mismo fue cambiado el pavimento de prácticamente toda la Iglesia Parroquial, poniendo en su lugar mármol blanco y zócalo de piedra.

El viernes día 6 de Junio de 1947 y a las cinco de la mañana salió el Rosario de la Aurora con la imagen de la Santísima Virgen del Rosario y con un extraordinario acompañamiento. Las calles del pueblo fueron recorridas por esta grandiosa comitiva penitencial, entonando el Santo Rosario y cánticos piadosos. Los tradicionales “despertadores de la Aurora” actuaron también con sus cánticos embalsamando el ambiente de piedad mariana. A las diez de la mañana, en medio de una gran expectación se inauguró el Grupo escolar José Antonio (Escuelas Nuevas) con existencia del Sr. Alcalde de Murcia Don Agustín Virgili. Don Miguel Hellín bendijo las nuevas escuelas.

La recién terminada Guerra Civil había dejado secuelas no deseables en y entre las personas, familias y pueblos vecinos. El odio y el rencor estaban presentes en el día a día de las gentes.

En esta lamentable situación y cuando el mundo se encuentra sumergido entre las olas embravecidas que él mismo ha levantado, y la débil barquilla de la sociedad humana se ve al borde del abismo, solamente la luz de Cristo, desde el faro esplendoroso de la Iglesia, es capaz de orientar el rumbo de la humanidad a punto de naufragar en sus propios errores y pasiones encontradas.

Y en este sentido, la celebración de la Asamblea Eucarística, no pudo ser más eficaz, certera y oportuna. Una vez más, la Iglesia había iluminado conciencias y preparado el marco adecuado, inicio de una feliz reconciliación.

El día 8 de Junio, a las 8 de la mañana, las bandas de música invaden El Palmar y por todas las entradas aparecen los cortejos religiosos de los pueblos vecinos y de otros más distantes que, en medio de un delirante entusiasmo, son portadores, entre vítores y aclamaciones, de las imágenes de sus Patronas llevadas a hombros, para colocarlas en los altares convenientemente dispuestos.

Cuentan las crónicas que fue hermoso el espectáculo que ofrecieron los fieles de estos pueblos, sin incidentes y con una corrección y colaboración entre todos ellos realmente formidable.

La luz de Cristo había hecho el milagro. Más de 30.000 almas unidas. Nunca ha habido ni en El palmar ni en ningún otro pueblo de España, una vivencia de fe tan intensa y emotiva, en torno a la Eucaristía, como la que se experimentó en tan magna Asamblea en aquel luminoso Junio de 1947.

Otro de los frutos de tan extraordinario evento, fue la institución en nuestra Parroquia de la Adoración Nocturna española.

Y es que El Palmar, se ha significado siempre por ser una comunidad vanguardista, y siendo pueblo eminentemente, pasó a serlo industrial, levantando impresionantes chimeneas que llenaron de humo su horizonte, pero jamás fueron tan negros esos humos que impidieran mirar al cielo a sus devotos hijos.

A renglón seguido, me van a permitir, que proceda a la lectura de un romance anónimo, que nos recuerda de manera sencilla y a media voz, detalles costumbristas de aquel Palmar que se nos fue en el tiempo. Fue muy popular hace unos años y mucha gente lo recitaba de carrerilla:



“Lugarico de Don Juan, raíces de este
Palmar,
nacido entre huerta y sierra;
mil novecientos cuarenta y ocho,
Calle Mayor, la gente que viene y va,
todas las tiendas abiertas están.
En el rinconcico, el Café del Perillo,
chaquetilla corta y su pajarita,
no hubo otro más fino;
para servir al señorito.
Enfrente, también Café,
la Tía Ana María Bernal;
mesas de truque
horchatas frescas de San Roque,
para señores de más edad.
Enfrente, Roque en su tabla,
que más que carnicero,
parece un platero,
de pulcro que va.
La Catalina, vocea con gran vitalidad,
siempre adornada con sus arracás.
Tocan a misa, la gente viene y va,
la Calle Mayor, muy tranquila está,
sólo el coche de El Rayo,
y un desvencijado carro,
que tranquilamente a la huerta va.
Sillas finas en la puerta de Roque,
bien colocadas, esperando están
a D. Mariano Espinosa, Paco el Rojo,
Jesús el Marta y Pascual García Estañ.
En esto sale Conchita, a ver las mozas
pasar
con su velo puesto, compuestas y
adecentás;
a las doce pasan las de Auxilio Social,
con su perfecta cofia y su delantal,
Rubio el de los cuadros, Paco Gil, Morales y el tío Juan Bernal,
entablan una conversación, simpática
sin igual:
los pepinillos del Caterro,
los michirones del tío Benigno,
de Valentín, sus tapas
la bodega del Bochorno y …
como vino, el del Melguizo,
no lo hubo otro igual.
Pasa una mujer, moño caído, casi sin
peinar,
Roque le dice: “Nena ven pa cá, ven pa
cá” “compra este mondongo, barato te
lo voy a dar”.
Ella le responde: “No te lo puedo mercar,
pues con este zagal voy, a comprar a la
Anica,
Harina para hacer tortas de cebá”.
No te preocupes, nena, otra vez será.
Desde la tertulia le chillan:
Roque, ¿lo vendiste ya?
Está la cosa joía, otra pasará.
Mientras se jalean las cosas de Roque,
sigue pasando gente, las campanas el último aun no
dan.
Y esto fue lo que ocurrió, en 1948,
en nuestro querido pueblo, en El Palmar. 

Don Juan de Verástegui, Señor de este lugar, era un hombre muy cristiano, acérrimo defensor de lo que dos siglos después la Iglesia definiría como Dogma de Fe: La Inmaculada Concepción de María y como Patrona la instaura en su señorío, en El Palmar.

La festividad de la Inmaculada, Patrona de El Palmar, es su fiesta grande, su fiesta mayor. Y por esta razón el templo se ha venido vistiendo a través de los tiempos con sus mejores galas.

Todos los años, cuando los días son más cortos y el frío hace recogerse a grandes y chicos en la intimidad del hogar, cuando los alegres repiques de las campanas, hoy mecanizadas (ha desaparecido la figura del campanero) anuncian la Novena en honor de La Purísima, como pórtico de la inminente Navidad, los palmareños han venido celebrando su día azul, su fiesta tradicional.

Estreno de ropas de invierno, colgaduras, luces, voces angelicales, oraciones, súplicas y comuniones, solemnes y espectaculares sermones a cargo de oradores de la categoría de D. Fortunato Arias, el Padre Rodríguez, Dña. Adoración Reyes, D. Juan Hernández…

Y como acto final de los cultos en honor de su Patrona, el paseo triunfal de María, derramando gracias y bendiciones por las avenidas y calles de nuestro pueblo, en medio de las filas interminables de hombres y mujeres, portando luces, banderas, estandartes… Todo en honor de aquella que, desde hace 400 años viene siendo la Patrona de El Palmar.

“Purísima Concepción,
en El Palmar venerada;
cuando tengo que nombrarte,
me faltan las palabras.

Te iba a decir, primavera,
te iba a decir, madrugada;
noche, pensaba decirte;
en esta noche a ti dedicada.

Te iba a decir, luz divina,
En este lugar, 1942, coronada;
Así pensaba decirte,
Lucero de la mañana,
Que no se puede aguantar,
el resplandor de tu cara.

La Purísima Concepción,
no es obra humana;
que bajó de los Cielos,
hace cuatrocientos años,
y en este Lugar Sagrado,
una luminosa mañana”.

Después de la larga y solemne Misa, en la Plaza de la Iglesia se felicitaba a las Conchas, Conchitas, Inmaculadas y Concepciones, que a continuación invitaban en sus casas a degustar los primeros turrones, cordiales y mantecados que junto con el anís y la mistela, hacían presentir la cercana Navidad.

Y después, a pasear los trajes y prendas de, recién estrenados, por la calle Mayor hasta La Paloma. Otro lugar de paseo preferido por todos durante muchos años, fue el conocido como Paseo de la Vereda, que nacía donde la finca que regentaba el Tío Ginés de la Neta y terminaba donde actualmente está ubicada la gasolinera de Repsol.

Con la Navidad, se abre un paréntesis en el vértigo cotidiano, que estimula el pensamiento y acalla la emoción. El calendario vuela hacia esas fechas cálidas de hogar y de familia, y todo, se hace añoranza del pasado, mientras una sonrisa, apenas esbozada, pugna por escribir con confianza un Año Nuevo.

Al celebrar tamaña efemérides, constato, se hacen especialmente visibles los vacíos, y los silencios resuenan como campanazos. Faltan, ante todo, los seres queridos. ¡Y ya van siendo tantos!: padres, hermanos, abuelos, vecinos y entrañables amigos de la Comunidad Cristiana de El Palmar…

Faltan ellos, los lugares, los sonidos, las voces de los viejos villancicos orquestados por aquel singular Maestro, D. Santiago García Medel, al que siempre acompañé junto a Diego Sánchez, Juan de la Cruz, y otros compañeros y amigos.

Recuerdo como D. Santiago templaba y preparaba con mimo, aquel viejo piano y el Armonio (Iglesia) con el que ensayábamos villancico tras villancico, para después cantarlos en el coro de la Iglesia Parroquial.

Antes, dirigidos por D. Miguel Hellín, habíamos preparado aquel precioso Belén del que recuerdo, por lo entonces novedoso, aquel pequeño riachuelo que parecía bajar de las altas y lejanas montañas de corcho.

Desde entonces, cada vez que la Navidad me ha permitido visitar un Belén, he visto reflejado ese misterioso río que baja de las montañas, de donde gota a gota, fluyen los recuerdos, impregnados de ternura, seguramente idealizados, pero hermosos, y merecedores de un espacio privilegiado en la memoria, junto al que guarda el corazón para esas personas imborrables, que viven por siempre en nosotros y se hacen más presentes, o más ausentes que nunca, entre el turrón y las guirnaldas.

De esta vereda y de la calle Mayor, salieron no pocos noviajes y no menos matrimonios. Mientras tanto los papás y los abuelos visitaban la no muy amplia red de tabernas castizas y ventorrillos típicos, en los que destacaba la calidad del buen vino, conservado en añejos barriles de roble.

No es nostalgia, sino recuerdos de cuanto he vivido, investigué y me contaron en este Palmar, que hoy, es muy diferente a aquel recoleto pueblo de mi niñez y juventud.

Por sus antiguas calles empedradas pasó, de acera a acera, toda la historia que forjaron sus propios moradores, gentes sencillas y buenas, cuya memoria debe estar presente en todos nosotros.

Enamorado de aquellas calles sencillas y tranquilas, caen sobre mí, irremediablemente, los inspirados versos del poeta:

“Yo no voy como cualquiera,
por la calle caminando;
yo me voy enamorando,
de la calle a mi manera”.

         Y caminando por la calle, quisiera tener un recuerdo para algunas de tantas personas de esta tierra, que conocí, siendo un niño y  a los que tengo presentes por su bondad, sacrificio y su comprensión para con los demás.

         Fueron espejo, donde nos miramos varias generaciones. Hombres y mujeres, que sólo tenían una palabra que sellaban con un fuerte apretón de manos. Palmareños de raza, auténticos, unidos siempre a la razón, a la verdad y sobre todo, al fervor profesado a Nuestra Patrona La Purísima Concepción.

ROMANCE A MI PALMAR

Quiero honrar mi humilde pluma,
evocadora y nostálgica,
dedicando un romancillo,
a aquellos palmareños,
que nos dejaron hace años,
y que admiré desde niño.
¿Quién, sin ellos, nos contará,
los sueños de nuestro pueblo,
las historias y los días,
que sentados en la plaza de la Iglesia,
tantas veces departían.
Eusebio Carrasco, el Boqueras, Jesús Gil, Paco el Rojo, Diego Carrión;
Eleuterio Estrada, los Espín, Rubio el de los cuadros, Pedro Ibáñez y Nicolás Salmerón.
Cuántos recuerdos contemplamos,
qué tristeza y melancolía;
el aprecio en vuestra mirada,
las muecas que en vuestras manos,
fue forjando la vida;
el cansancio, esa sombra arrugada,
de mil sudores curtida.
Antonio Estrada, los Espín, Noguera, Enrique Gallego, Francisco Ruíz;
el Perillo, Gabriel Rizao, Paquele, Lorente, Espinosa y Paco Gil.
¡Ay, altivos eucaliptos!
que en vuestro crecer y crecer,
pretendéis llegar al Cielo;
llevad aquellos nuestros saludos,
de veneración llenos,
a aquellos que nos dejaron,
¡aquellos que ya se fueron!
José Serrano, los Oliva, Fulgencio el Rayo, la Chica, el Mata, Vicente Bernal;
José Pintado, Dolores Gómez, Roque Carnicero, Paco Carrión y Pascual García Estañ.
Su gloria, fue gloria chica,
su misión de pueblo humilde,
su caridad manifiesta;
su labor para ellos modesta,
mas no por falta de alientos,
para más altas empresas;
pues de palmareños cabales,
dejaron preciosas muestras.
Santiago García Medel, Bielsa, Celdrán, Antón de las patatas, el Bochornos, la tía Ana María Bernal;
Jesús del Cariño, Alfocea, Caterro, Encarnación del horno, Ginés de la Neta, Lorenzo y muchos que seguro he podido olvidar.
No aspiraron al renombre,
de las figuras excelsas;
ni ambicionaron la fama,
de los genios de las letras.
Ellos que fueron de El Palmar,
bandera a mil vientos desplegada,
símbolo, ejemplo y emblema,
paladines de nuestra tierra amada;
de vosotros heredamos un lema:
Aprende el que aquí nace,
desde muy niño,
a partir con el pobre,
pan y cariño.

NAVIDAD.

El día 13 de diciembre, festividad de Santa Lucía, se iniciaba el ciclo de las llamadas “misas de gozo”, como pórtico o preparación a las fiestas de Navidad y terminaban con la Misa del gallo.

Se llamaba “de gozo” porque su celebración era anticipo de la alegría de los próximos días de Pascua, y además, porque se ambientaba, con festivas composiciones musicales interpretadas por instrumentos de cuerda, panderetas, castañuelas, etc.
Se decían al amanecer y la Iglesia era insuficiente para albergar a la masiva asistencia de palmareños.

También recuerdo aquellas Misas de “gallo”. A la hora de la Adoración del Niño, sonaba la Noche de Paz, el Adeste Fidelis, etc., etc., poniendo el nudo en la garganta de los palmareños asistentes al piadoso y bellísimo acto. Y había que esperar el Gloria, momento en que se encendían todas las luces del templo, una rueda giratoria llena de campanillas, sonaba en el Altar Mayor con arrebatadora alegría, mientras que las campanas de la Torre, lanzaban el recado entrañable del Nacimiento de Dios.

Han pasado muchos años, desde que estos recuerdos de hoy, eran realidades de ayer. Pero estoy seguro, de que la estampa recobrará vida, en estos próximos días, en los que todo se troca en amor y fraternidad, que es lo que contiene el divino mensaje del Dios que nace.

Con mi recuerdo del pasado, con mi ilusión del presente, vaya, para todos ustedes, mi más sincero y ferviente deseo de felicidad y ventura. Que así sea. 

CONFERENCIA PRONUNCIADA CON MOTIVO DE LA CELEBRACIÓN DE LOS 400 AÑOS  DE LA CONSTRUCCIÓN DE LA IGLESIA DE EL PALMAR.